Los doce paseíllos de Manolete en el coso de la Condomina, de Murcia
Cogida mortal de Manolete en Linares |
Era el 29 de agosto de 1947 y uno
acababa de estrenar quince años. Las esquinas de aquella Torrevieja de la época
ya te alegraban la vista con la policromía de los carteles que anunciaban la
próxima Feria de Murcia. El día 7 de septiembre, Manolete y Luis Miguel
Dominguín, esta vez acompañados de Paquito Muñoz.
D.Luis Alegre, entre el alcalde de Benidorm y la concejala de Cultura |
Aquella mañana del 29 de agosto, casa
en planta baja (Torrevieja no era entonces, ni mucho menos, la ciudad
cosmopolita que es hoy), calle de Calvo Sotelo, al costado de la Plaza de
Abastos, se colaban por la ventana los gritos del vendedor de periódicos. Entre
sueños oí que decía “¡Información de Alicante, con la gravísima cogida de
Manolete en Linares!”. Y terminé de despertarme lleno de sobresalto ¡Válgame
Dios, ya no viene a Murcia!, me dije.
Sobre las doce de la mañana, mi padre
desde Murcia, llamó al vecino Hotel Victoria torrevejense, aledaño a la
vivienda que habitábamos (no abundaban los teléfonos por aquel entonces) para
que avisaran a mi madre. “A ver cómo le
dices a Andrés que Manolete ha muerto”. Lo ha dicho, a las ocho, el parte
hablado de Radio Nacional de España. No corrían entonces las noticias con la
rapidez de ahora.
¿Cómo reaccioné? Me fui al paseo de las
Rocas y allí, sin que nadie me viera, rompí a llorar.
A los quince años podía considerarme un
aficionado veterano, puesto que tenía dos años cuando me iluminó, por primera
vez, el sol de una plaza de toros. La de Orihuela. Y es a los ocho años, cuando
llega eso que llamamos uso de razón, cuando empiezo a comprender la maravilla
de esta Fiesta y entonces, 18 de julio de 1940 cuando me deslumbra la
personalidad, del arte, la majestad que desprende aquel hombre alto, serio, que
se llamaba Manolete.
Novillero hecho en la llamada zona
nacional, por aquí se empieza a saber de él cuando termina la contienda. Toma
la alternativa el 2 de julio de 1939, en Sevilla, y en ese mismo momento
empieza su andadura imparable, arrolladora.
Domingo Ortega y Manolete |
En el Puerto de Santa María, con toros
de Pablo Romero, alcanza tal éxito que, cuando le preguntan a Juan Belmonte,
espectador de excepción, su opinión y dice: “Yo, que no tenía que asustarme de
nada, al verlo me asusté”. ¿Y qué hacía Manolete para asustar a un hombre tan
avezado, en esas lides, como el trianero?. Pues trae su revolución propia. Si
hasta en él era norma que cada toro tenía su lidia, lo que implicaba que cada
torero tenía que torear con arreglo a las condiciones del toro. Manolete nos
dice con su muleta que son los toros los que tienen que adaptarse a su
concepción del toreo.
Esa es su revolución. Igual que con
Belmonte hubo un antes y un después, con el cordobés va a suceder lo mismo. Y
nada va a ser igual. El que no entre en esa dinámica se quedará atrás o se
marchará a casa. A cierto tipo de toreros, a los que tienen que esperar “su
toro” para destapar su arte, las cosas se les ponen difíciles.
¿Y por
dónde va la revolución de este hombre,
qué es lo que hace para que un gran número de toros le tome la muleta?. Pues
pisa un terreno inverosímil, en el que se queda tremendamente quieto. Tiene el
don de encontrar la distancia justa y no se mueve pase lo que pase. Y si pasa,
si el toro le levanta los pies del suelo, vuelve a ponerse, impávido, en el
mismo sitio. Tiene una gran serenidad para ver llegar los toros y un toque,
imperceptible, de muñeca eficacísimo para desviar la embestida incierta en el
momento justo. Y así hasta que el toro se desengaña y se entrega. Y a partir de
aquí la locura. Y todo ello en el espacio de un ladrillo, nada d3e aquí te doy
cuatro pases y allí tres. Todo en el mismo sitio, prueba evidente de un dominio
total.
Hace el paseíllo en Murcia en un mano a
mano con Domingo Ortega -figura indiscutible de los años treinta, de los
cuarenta y mientras se puso en traje de luces-, el 18 de julio de 1940. Con
toros de Terrones triunfan clamorosamente y ya me hice manoletista para toda la
vida. Hasta que Dios disponga.
Pepe Luis Vázquez, Ortega y Manolete |
Juanito Belmonte |
El 8 de septiembre vuelven Domingo
Ortega y Manolete a Murcia. Cierra el cartel un chaval sevillano, alternativado
el 15 de agosto en la Maestranza: Pepe Luis Vázquez. Los toros de Veragua, ya
en manos de la familia Domecq, no ayudan a que la tarde sea triunfal, aunque si
no hubiese habido fallo a espadas alguna oreja se habría cortado.
Dos paseíllos hace el de Córdoba en la
Feria de 1941. El día 7 con Juanito Belmonte y Pepe Luis Vázquez para matar los
toros murubes de Doña Carmen de Federico. Otra vez la espada le escamotea el
éxito. Y al día siguiente, con máxima expectación, vuelven a torear los tres
anteriores con un Pedro Barrera, que ha tomado la alternativa en julio, en la
feria valenciana y viene pidiendo paso con la personalidad arrolladora de su
muleta, que conecta enseguida con los tendidos. Los toros de Concha y Sierra. Manolete,
en el segundo de la tarde, en el mismísimo centro del ruedo, está llevando a
cabo una faena que tiene al público en pie. En el momento álgido, cuando mayor
es el entusiasmo, el toro lo derriba, lo busca en el suelo y le da una cornada
que le marca para siempre en la mejilla derecha.
Manuel Martín Vázquez |
Manolo Escudero |
El 8 de septiembre de 1943, de nuevo
con ganado de Concha y Sierra, actúan Juanito Belmonte, Manolete, Manolo Martín
Vázquez (hermano mayor del inolvidable Pepín, de la película “Currito de la
Cruz”) y Pedro Barrera. De nuevo, el triunfo grande es para el caravaqueño.
En
1943, en el mes de mayo, hay una corrida extraordinaria entre los actos con que
Murcia celebra el VII centenario de la reconquista de la ciudad. El día 2, con
toros del Conde de la Corte, toma la alternativa Manolo Escudero de manos de
Manolete y siendo testigo Pedro Barrera. Tarde triunfal para los toreros y para
el ganadero.
El siguiente 8 de septiembre,
alternando con Pedro Barrera, Antonio Bienvenida y Manolo Escudero, el de
Córdoba corta cuatro orejas y dos rabos. También le sonríen el éxito a Barrera
y a Escudero. No así a Bienvenida todavía no repuesto, anímicamente, de la
tremenda cornada que recibió en Barcelona el año anterior.
En 1944, en la consabida fecha del 8 de
septiembre, hacen el paseíllo Juanito Belmonte, Manolete y El Andaluz. Los
toros de Doña Carmen de Federico no facilitan la labor. Pero el 8 de octubre se
organiza una corrida a beneficio de las obras del santuario de la Fuensanta. Se
presenta en Murcia, ese día, Fermín Rivera, mejicano, y con él comparten cartel
Manolete y Niño del Barrio, con toros salmantinos de Arturo Sánchez. Tarde de
orejas para todos y un brindis muy
emocionado de Pepe Vera al cordobés, contento y feliz de verse alternando con
la gran figura.
José Vera, Fermín Rivera y Manolete |
Simao da Veiga |
En 1945 la empresa Alegre y Puchades,
que rige los destinos de la Plaza de Valencia, se hace cargo del coso de la
Condomina. Como tarjeta de presentación organizan, el 15 de abril, una corrida
con Manolete, Carlos Arruza y El Andaluz. Los toros de Concha y Sierra no
colaboran y los toreros están bien a secas.
Pero hay desquite en septiembre donde
el día 8, precedidos del rejoneador portugués Simao da Veiga, salen al ruedo
Manolete, Arruza y Parrita. Todos los toros de Domecq volvieron sin orejas al
desolladero.
Al día siguiente, con el preámbulo de
don Álvaro Domecq y con los temidos toros de Miura en los chiqueros, hacen el
paseo Pepe Bienvenida, Manolete y Arruza. Manolete está apoteósico con un
pupilo de don Eduardo, al que le corta las orejas y el rabo. Tarde, también
triunfal, para el poderosísimo Pepe Bienvenida y una actuación discreta de
Carlos Arruza, que extraña las características de los toros que pastan en Zarahiche.
Y esta es la historia de los doce
paseíllos que hizo en Murcia aquel enorme torero, inolvidable para todos los
que tuvimos la suerte de verlo.
Dr. Andrés Salas Moreno