sábado, 25 de octubre de 2014

RECUERDOS DE UN MANOLETISTA


Los doce paseíllos de Manolete en el coso de la Condomina, de Murcia
Cogida mortal de Manolete en Linares
 
Era el 29 de agosto de 1947 y uno acababa de estrenar quince años. Las esquinas de aquella Torrevieja de la época ya te alegraban la vista con la policromía de los carteles que anunciaban la próxima Feria de Murcia. El día 7 de septiembre, Manolete y Luis Miguel Dominguín, esta vez acompañados de Paquito Muñoz.

D.Luis Alegre, entre el alcalde de Benidorm y la concejala de Cultura
Un triunfo de la empresa Alegre y Puchades que había logrado que el Monstruo cordobés hiciera dos veces el paseíllo, en un año en que seleccionaba muchos sus actuaciones y sólo acudía una tarde a cada feria. Y además, esta vez con la compañía, molesta, del pequeño de los dominguines que ya había incidido su vuelo de águila real y quería alcanzar el trono de la torería.

Aquella mañana del 29 de agosto, casa en planta baja (Torrevieja no era entonces, ni mucho menos, la ciudad cosmopolita que es hoy), calle de Calvo Sotelo, al costado de la Plaza de Abastos, se colaban por la ventana los gritos del vendedor de periódicos. Entre sueños oí que decía “¡Información de Alicante, con la gravísima cogida de Manolete en Linares!”. Y terminé de despertarme lleno de sobresalto ¡Válgame Dios, ya no viene a Murcia!, me dije.

Sobre las doce de la mañana, mi padre desde Murcia, llamó al vecino Hotel Victoria torrevejense, aledaño a la vivienda que habitábamos (no abundaban los teléfonos por aquel entonces) para que avisaran a mi madre. “A ver cómo le dices a Andrés que Manolete ha muerto”. Lo ha dicho, a las ocho, el parte hablado de Radio Nacional de España. No corrían entonces las noticias con la rapidez de ahora.

¿Cómo reaccioné? Me fui al paseo de las Rocas y allí, sin que nadie me viera, rompí a llorar.
Torrevieja, paseo de Las Rocas
A los quince años podía considerarme un aficionado veterano, puesto que tenía dos años cuando me iluminó, por primera vez, el sol de una plaza de toros. La de Orihuela. Y es a los ocho años, cuando llega eso que llamamos uso de razón, cuando empiezo a comprender la maravilla de esta Fiesta y entonces, 18 de julio de 1940 cuando me deslumbra la personalidad, del arte, la majestad que desprende aquel hombre alto, serio, que se llamaba Manolete.


Domingo Ortega y Manolete
Novillero hecho en la llamada zona nacional, por aquí se empieza a saber de él cuando termina la contienda. Toma la alternativa el 2 de julio de 1939, en Sevilla, y en ese mismo momento empieza su andadura imparable, arrolladora.

En el Puerto de Santa María, con toros de Pablo Romero, alcanza tal éxito que, cuando le preguntan a Juan Belmonte, espectador de excepción, su opinión y dice: “Yo, que no tenía que asustarme de nada, al verlo me asusté”. ¿Y qué hacía Manolete para asustar a un hombre tan avezado, en esas lides, como el trianero?. Pues trae su revolución propia. Si hasta en él era norma que cada toro tenía su lidia, lo que implicaba que cada torero tenía que torear con arreglo a las condiciones del toro. Manolete nos dice con su muleta que son los toros los que tienen que adaptarse a su concepción del toreo.

Esa es su revolución. Igual que con Belmonte hubo un antes y un después, con el cordobés va a suceder lo mismo. Y nada va a ser igual. El que no entre en esa dinámica se quedará atrás o se marchará a casa. A cierto tipo de toreros, a los que tienen que esperar “su toro” para destapar su arte, las cosas se les ponen difíciles.
Pepe Luis Vázquez, Ortega y Manolete
¿Y por dónde  va la revolución de este hombre, qué es lo que hace para que un gran número de toros le tome la muleta?. Pues pisa un terreno inverosímil, en el que se queda tremendamente quieto. Tiene el don de encontrar la distancia justa y no se mueve pase lo que pase. Y si pasa, si el toro le levanta los pies del suelo, vuelve a ponerse, impávido, en el mismo sitio. Tiene una gran serenidad para ver llegar los toros y un toque, imperceptible, de muñeca eficacísimo para desviar la embestida incierta en el momento justo. Y así hasta que el toro se desengaña y se entrega. Y a partir de aquí la locura. Y todo ello en el espacio de un ladrillo, nada d3e aquí te doy cuatro pases y allí tres. Todo en el mismo sitio, prueba evidente de un dominio total.
Juanito Belmonte



Hace el paseíllo en Murcia en un mano a mano con Domingo Ortega -figura indiscutible de los años treinta, de los cuarenta y mientras se puso en traje de luces-, el 18 de julio de 1940. Con toros de Terrones triunfan clamorosamente y ya me hice manoletista para toda la vida. Hasta que Dios disponga.

El 8 de septiembre vuelven Domingo Ortega y Manolete a Murcia. Cierra el cartel un chaval sevillano, alternativado el 15 de agosto en la Maestranza: Pepe Luis Vázquez. Los toros de Veragua, ya en manos de la familia Domecq, no ayudan a que la tarde sea triunfal, aunque si no hubiese habido fallo a espadas alguna oreja se habría cortado.


Manuel Martín Vázquez
Dos paseíllos hace el de Córdoba en la Feria de 1941. El día 7 con Juanito Belmonte y Pepe Luis Vázquez para matar los toros murubes de Doña Carmen de Federico. Otra vez la espada le escamotea el éxito. Y al día siguiente, con máxima expectación, vuelven a torear los tres anteriores con un Pedro Barrera, que ha tomado la alternativa en julio, en la feria valenciana y viene pidiendo paso con la personalidad arrolladora de su muleta, que conecta enseguida con los tendidos. Los toros de Concha y Sierra. Manolete, en el segundo de la tarde, en el mismísimo centro del ruedo, está llevando a cabo una faena que tiene al público en pie. En el momento álgido, cuando mayor es el entusiasmo, el toro lo derriba, lo busca en el suelo y le da una cornada que le marca para siempre en la mejilla derecha. 
Manolo Escudero

El 8 de septiembre de 1943, de nuevo con ganado de Concha y Sierra, actúan Juanito Belmonte, Manolete, Manolo Martín Vázquez (hermano mayor del inolvidable Pepín, de la película “Currito de la Cruz”) y Pedro Barrera. De nuevo, el triunfo grande es para el caravaqueño.

 En 1943, en el mes de mayo, hay una corrida extraordinaria entre los actos con que Murcia celebra el VII centenario de la reconquista de la ciudad. El día 2, con toros del Conde de la Corte, toma la alternativa Manolo Escudero de manos de Manolete y siendo testigo Pedro Barrera. Tarde triunfal para los toreros y para el ganadero.


El siguiente 8 de septiembre, alternando con Pedro Barrera, Antonio Bienvenida y Manolo Escudero, el de Córdoba corta cuatro orejas y dos rabos. También le sonríen el éxito a Barrera y a Escudero. No así a Bienvenida todavía no repuesto, anímicamente, de la tremenda cornada que recibió en Barcelona el año anterior.


José Vera, Fermín Rivera y Manolete
En 1944, en la consabida fecha del 8 de septiembre, hacen el paseíllo Juanito Belmonte, Manolete y El Andaluz. Los toros de Doña Carmen de Federico no facilitan la labor. Pero el 8 de octubre se organiza una corrida a beneficio de las obras del santuario de la Fuensanta. Se presenta en Murcia, ese día, Fermín Rivera, mejicano, y con él comparten cartel Manolete y Niño del Barrio, con toros salmantinos de Arturo Sánchez. Tarde de orejas para todos y un  brindis muy emocionado de Pepe Vera al cordobés, contento y feliz de verse alternando con la gran figura.
Simao da Veiga

En 1945 la empresa Alegre y Puchades, que rige los destinos de la Plaza de Valencia, se hace cargo del coso de la Condomina. Como tarjeta de presentación organizan, el 15 de abril, una corrida con Manolete, Carlos Arruza y El Andaluz. Los toros de Concha y Sierra no colaboran y los toreros están bien a secas.
Pero hay desquite en septiembre donde el día 8, precedidos del rejoneador portugués Simao da Veiga, salen al ruedo Manolete, Arruza y Parrita. Todos los toros de Domecq volvieron sin orejas al desolladero.

Al día siguiente, con el preámbulo de don Álvaro Domecq y con los temidos toros de Miura en los chiqueros, hacen el paseo Pepe Bienvenida, Manolete y Arruza. Manolete está apoteósico con un pupilo de don Eduardo, al que le corta las orejas y el rabo. Tarde, también triunfal, para el poderosísimo Pepe Bienvenida y una actuación discreta de Carlos Arruza, que extraña las  características de los toros que pastan en Zarahiche.                                                                                                                

Y esta es la historia de los doce paseíllos que hizo en Murcia aquel enorme torero, inolvidable para todos los que tuvimos la suerte de verlo.

Dr. Andrés Salas Moreno

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