Alfonso X el Sabio |
Pues señor, que corría el año 1943 cuando
Murcia se disponía a celebrar el séptimo centenario de la entrada de Alfonso X
el Sabio en la ciudad. Y se prestaba a hacerlo con todo lujo y boato, como
correspondía a tan fausta efemérides. Aquel año, las Fiestas de Primavera,
dentro de las cuales iban a celebrarse tan esperados festejos, revestirían un
singular esplendor en la que no podía faltar, ¡estaría bueno!, la celebración
de dos corridas de toros que abrirían y cerrarían tan señalados
acontecimientos, pues, como hemos dicho en repetidas ocasiones, nunca hubo
fiestas de fuste, tanto cívicas como religiosas, sin que estuviese presente
nuestra Fiesta Brava.
Quien esto escribe, que por aquel entonces
tenía diez años de edad, fue testigo de cuanto os voy a contar, si bien mis
recuerdos, que eran confusos debido al tiempo transcurrido, hube de ponerlos en
orden consultando los periódicos de la época, en la Hemeroteca Municipal.
Antonio Bienvenida |
Pedro Barrera |
Nosotros, mi padre y yo teníamos,
invariablemente, un aperitivo taurino ese día. Era el clásico día de toros en
Cartagena, y casi ningún año faltamos a la torera cita. Aquel sábado hacían el
paseíllo, en tan querida ciudad, Pedro barrera, Antonio Bienvenida y Morenito
de Talavera, que habrían de entendérselas con seis astados portugueses de Pinto
Barreiro. No fue afortunada la actuación de Barrera ni la de Bienvenida, y al
salir de la plaza sólo se hablaba de los pares al quiebro de Morenito de
Talavera, que fue un verdadero especialista en esta suerte.
No mucho mejor fue la corrida del día
siguiente, Domingo de Resurrección en Murcia, en la que, con toros de la Viuda
de Galache, harían el paseíllo Pedro Barrera, Antonio Bienvenida y Domingo
Dominguín, el singular e inolvidable Dominguito. Venía a sustituir a Manuel
Álvarez “El Andaluz” y fue el único que cortó oreja, pues Bienvenida, muy
reciente el cornalón de Barcelona que tanto le costó digerir, estuvo muy
desconfiado y Pedro barrera cosechó una bronca épica, más que por su actuación,
por las palabras que tuvo con algún sector del público. Precisamente, en esta
corrida debutó como empresario el mismo que lo era de la plaza de Alicante, D.
Alfonso Gixot. Las prensa del día alababa el que éste hubiese dotado a los
empleados de la plaza de distintivos, así como el que se hubiese inaugurado una
espléndida cantina en el interior del coso y el que se vendieran dentro, en los
pasillos, unas cómodas almohadillas, muy lejos de aquellas de papel rellenas de
paja, que las mujeres vendían a las puertas del coso, con aquel reclamo que
decía: ¡Almohadillas, la curiosidad del pantalón!.
Morenito de Talavera |
Mientras tanto, en la semana precedente,
las fiestas se sucedían. El lunes de Pascua, en la plaza de toros, tenía lugar
el concurso nacional de bandas de música y el martes, en el parque de Ruiz
Hidalgo, la añorada Batalla de Flores. El miércoles teníamos el Entierro de la
Sardina, siempre espectacular, pero muy lejos del fastuoso espectáculo que es
hoy en día.
El sábado día uno, tuvo lugar la procesión
cívico-religiosa con que la ciudad conmemoraba la entrada del rey Alfonso X el
Sabio en Murcia, al mismo tiempo que le rendía homenaje a la virgen de la
Arrixaca, primera patrona que tuvo esta tierra. El cortejo partió de la Iglesia
de San Andrés, donde siempre ha estado la venerada imagen. El Señor Alcalde
entregó al Rey de Armas, que ha de llevarlo en la procesión, el Pendón Real,
rindiéndosele honores militares. Momentos después hizo su salida la carroza que
portaba a la Virgen, acompañada de las banderas y estandartes de todas las
asociaciones religiosas.
Al salir la imagen, el Orfeón Fernández Caballero
entonó el estribillo de las Cantigas del Rey Sabio y a continuación, se
incorporó a la procesión el cortejo histórico, vistiendo todos sus componentes
trajes de época. Abría la marcha un portaestandarte a caballo seguido de una
banda de timbaleros, clarines y trompeteros a caballo, tras los que iban ocho
heraldos, a caballo también, con sus correspondientes palafreneros. Seguidamente,
secciones de ballesteros, lanceros a caballo, mesnaderos con mazas, a pie,
seguidos del escudo de la ciudad y un facsímil del sello del Reya Alfonso el
Sabio, al que daban escolta unos pajes. A continuación iba el rey de Armas
llevando el Pendón de la Ciudad, con pajes a caballo y sus palafreneros, ocho
caballeros nobles y una escolta, a pie, de lanceros y guerreros. Seguían pajes,
asoldados, moros, grupo de hombres de leyes, y otro de damas y caballeros,
azafatas con cestillos de flores y pajes que llevaban sobre cojines un códice,
un pergamino, un collar con diadema, un
cetro y una corona, como símbolo de las ofrendas reales a la Santísima Virgen.
Precedían a la carroza de la Arrixaca cuatro heraldos, tras los cuales iban dos
pajes azules. A continuación el Clero con Cruz alzada.
Virgen de La Arrixaca |
Cafés del Sol y El Arenal |
hotel Victoria |
Manolo Escudero paseaba por el hall su
impaciencia y su esperanza ante el día tan soñado de la alternativa. Los que
hace años que llevamos canas, añoramos aquel patio interior del hotel, aquella
animación que rodeaba el festejo. En toda la ciudad se notaba que había toros,
no como hoy, que no te das cuenta que hay una corrida hasta que llegas a la
plaza.
Dos de mayo. Animación en la ciudad. Los
forasteros que habían llegado en los trenes especiales se desparramaban por
bares y paseos. Muchos se llegarían hasta el sorteo, hasta el enchiqueramiento.
Los toros habían llegado el miércoles anterior
y, como era costumbre antes, estaban de manifiesto y era grande el número de
aficionados que se acercaban a verlos. Las opiniones eran favorables. Los toros
del Conde, en cuanto a trapío, no defraudaban a sus muchos partidarios. La
corrida empezó en medio de la expectación
de rigor. Manolete, Pedro Barrera y Manolo Escudero tuvieron que saludar
una vez roto el paseíllo. La corrida fue triunfal. Manolo Escudero lució
aquellas sus verónicas de seda y una muleta bien templada. Manolete evidenció,
una vez más, lo altísimo de su jerarquía y Pedro Barrera pudo sacarse la espina
de la semana anterior y tuvo un éxito explosivo, de aquellos suyos llenos de
temperamento. Orejas para todos, claro, y tercios de quites en todos los toros
hubo ocasión para ello, pues todos tomaron cuatro puyazos y los tomaron con ese
estilo característico de los toros del Conde, y hubieron caídas al descubierto
y toda esa emoción de la suerte de varas que, ¡ay!, ya hemos perdido para
siempre.
Pepe L. Vázquez, Domingo Ortega y Manolete |
Al día siguiente, recuerdo que aún tuve
una propina taurina. En Caravaca, en sus Fiestas de la Santísima y Vera Cruz,
actuaban con toros de Domingo Ortega, Pepe Bienvenida, Pedro Barrera y Morenito
de Talavera. Todos cortaron orejas.
Y ya, la vida cotidiana. Murcia era
entonces una ciudad quieta, tranquila. Lejos la televisión, escasas las
emisoras de radio; en aquella época solo teníamos Radio Murcia, que no
funcionaba todas las horas del día. Paseos por Platería y Trapería y el
Malecón, en el buen tiempo. Y cine, que tampoco eran muchos. Por ejemplo, en
aquellos días en el Teatro Circo Villar “Los Tambores de Fu Manchú”, película
de aventuras y terror; en el Cinema Iniesta “Al son de la Marimba”, producción
mejicana y en el Central Cinema –hoy cine Rex- “Un alto en el camino”, uno de
los primeros intentos serios del cine español. El salón Vidal y el Cine
Popular, solo funcionaban los sábados y domingos. En el Teatro Romea triunfaba
Mari Paz, en compañía de Mario Gabarrón. Mari Paz era una fenomenal bailarina y
tonadillera que murió en plena juventud y a la que le cupo el honor de sacar de
telonera, en el Teatro Fontalba de Madrid, nada más y nada menos que a Lola
Flores, cuando esta se iniciaba en los escenarios.
En las tertulias taurinas de la ciudad,
que alguna había, se hablaría durante mucho tiempo de esta corrida que os acabo
de recordar, en la que, ¡rara avis!, hubieron toros y toreros.
Andrés Salas Moreno
Marzo, 2003
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