viernes, 6 de septiembre de 2013

Recordando a ÁNGEL LUIS BIENVENIDA

Ángel Luis Bienvenida
Le decían Lurdy el Inglés y uno no sabía bien el porqué. Cierto es que su pelo rubio y sus maneras de getlenman casaban con el calificativo, pero lo oías hablar y enseguida advertías un finísimo acento sevillano que no le abandonó jamás a pesar de que solo los quince primeros años de su vida, transcurrieron en la capital hispalense, donde vio la primera luz el día 2 de Agosto del año 1.924 en la calle Quintana número 3, muy cerca de la Alameda de Hércules de José y de Chicuelo, muy cerca también de la calle Feria, donde vino al mundo nada menos que Juan Belmonte y, precisamente, en la misma pila bautismal que éste, en la Iglesia Omnium Santorum, fue bautizado Ángel Luis en el mes de Octubre del mismo año de su nacimiento.

Creció viendo triunfar a sus hermanos Manolo y Pepe e igualmente que todos los Bienvenidas, que en el mundo han sido, se enfrentó con un becerro cuando aún llevaba pantalón corto. No podía ser otra cosa que torero, en una familia que ha dado diez hombres, diez, a la Fiesta.

Toreando de salón a los 11 años
Cuando empieza a torear en serio, con traje de luces, a los quince años, (primeros años de la, posguerra) aires cordobeses están inundando el toreo y Ángel Luis capta ese aire, ese estoicismo, ese modo de estar ante los toros (quietud máxima, largo mando en el brazo), y lo pasa por Sevilla, es decir, le da un toque sevillano al toreo de Manolete, que es su héroe particular, el que practica un toreo que él también siente. Lo dice en versos el Pastor Poeta:

Letra de cante grande. Manzanilla
Servido en lo más fino del cañero
Con aroma especial a gran torero
Y el paladar a Córdoba y Sevilla.

Y lo corrobora “Giraldillo”, crítico a la sazón del ABC, cuando escribe “Todo lo excelso de Manolete ha sido asimilado, por el rubio Bienvenida y vertido en alfabeto sevillano. Ha cogido los mejores mimbres de la ribera cordobesa del Guadalquivir y ha hecho un cesto y en el cesto ha puesto la flor de oro de los Bienvenidas”.

¿Por qué no llegó Ángel Luis a donde se merecía llegar en el toreo?. La cima era su sitio, como cabía presagiar en aquellas novilladas de Barcelona en los años 1.942 y 1.943, en las que, por vez primera, alzó la vista a los tendidos llevando al novillo muy embarcado, para, mientras le pasaba por debajo de la barriga, contemplar el entusiasmo del público.

Alternativa expectante en Madrid, con los hermanos Pepe y Antonio como padrino y testigo. Acontecimiento grande. Algunos éxitos, pero sin llegar a las apoteosis de los tiempos novilleriles. ¿Qué ocurrió?.

Con exquisita amabilidad contestó a esta pregunta mía. Me dio a entender que no lo llevaron de la forma adecuada. Quizás el Papa Negro estaba muy centrado en las carreras de Pepe y Antonio y no le prestó la suficiente atención a un torero que necesitaba un toro más colaborador, no un toro para la pelea y la lucha.
Antonio, Pepe y Ángel Luis

Admitió su Destino sin amargura y asumió con orgullo su papel de baluarte, de ejemplo vivo de una Dinastía gloriosa. Dinastía que se inicia en 1.863, con el viejo Manuel Megías Luján, el primer Bienvenida, que tras una etapa de novillero, fue peón de lujo en las cuadrillas de Bocanegra, Frascuelo y Mazzantini. Una dinastía que ha permanecido en los carteles hasta el año 1.986, en que Miguel, hijo de Ángel Luis decide, toreando en Valencia, poner fin a su sueño torero.

Ángel Luis ha mantenido siempre encendida la llama de los Bienvenida. El Círculo de Amigos de la Casa Bienvenida es un ejemplo. En ellos confiamos para que siempre, siempre, se mantenga pujante el recuerdo de la más gloriosa dinastía que tuvo la tauromaquia.

P.D. Ángel Luis, que nos dejó este invierno (3 de Febrero), fue un buen amigo del Club Taurino de Murcia. Las veces que nos honró con su presencia evidenció lo que ya sabíamos, que olía a señor y a torero. Un halo de elegancia, de finura espiritual, nimbaba su figura. Y así lo recordaremos, que sabido es que siempre se dijo en el mundo del toro, que donde estaba un Bienvenida había UN SEÑOR y UN TORERO.
Dr. Andrés Salas Moreno

Junio 2007

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