I R R E P E T I B L E S... |
No olvidemos que el quite, tan frecuente en el espectáculo
taurino, es la máxima expresión del mandato Divino que dice: “Amarás al prójimo como a ti mismo”. En
el quite uno llega a exponer su vida por salvar la del compañero, es decir, se
ama al prójimo más que a sí mismo. Hombres llenos de majeza y romanticismo, que
ambas cosas fueron siempre inherentes a los hombres que visten de luces.
Memoria: “préstame un
recuerdo de tu archivo (como decía el maestro Corrochano) y tráeme un ejemplo de majeza y amor propio”.
JAIME OSTOS |
Rafael y Curro Girón eran
hermanos de César, el “Cóndor de
los Andes”, como le decía un cronista de la época. Tenían la escuela de
éste, por lo que eran completísimos en los tres tercios. Dos gallos de pelea.
La novillada transcurría por caminos triunfales. En el último
novillo, los hermanos venezolanos, banderilleros fáciles y espectaculares,
pusieron en un compromiso a Ostos al ofrecerle los palos. A él, que no los
había cogido en su vida. Vaciló un instante, pero enseguida le brotó la casta
y, cogiendo el par con rabia, se fue derecho al Montalvo para clavarle un par
expuestísimo jugándose el pellejo de un modo espeluznante.
CURRO GIRON |
Al mediodía siguiente, al salir de clase, me encontré en la puerta
de Casa Balanza, en la Plaza del caudillo, a Ostos con su cuadrilla, que eran
el citado Blanco, el Vito y José Ortega “Gallito”,
último vástago de la gloriosa dinastía de los Gallos, hijo del Cuco y hermano
del que fue matador Rafael Ortega “Gallito”
y de la genial rapsoda Gabriela Ortega y sobrino de Rafael el gallo y Joselito.
Casi nada. Me acerqué a darle la enhorabuena a Jaime a la par que le decía: “¿Porqué no le distes los palos al Vito para
que hubieran visto los girones lo que era bueno?”.
Y me respondió con coraje:”Para
que vieran esos que yo no me achico, aunque lo que pretendían era que hiciese
el ridículo”.
Y mientras íbamos, calle Ribera adelante, a “Calzados Alegre”, la zapatería propiedad del empresario de la
Plaza, D. José Alegre, en busca de mi compadre Luis, me iba señalando, como
prueba de que él no se asustaba por nada la cicatriz que, días antes, le había
hecho una vaquilla en el cuello y la cornada, aún fresca, de la pierna y la
otra del muslo… Jaime Ostos, a lo largo de su carrera recibió la Extremaunción
tres veces.
Y ya que hemos nombrado antes a Sánchez Mejías contemos algo de
él. Un personaje de novela, de leyenda. Y si para muestra basta un botón, aquí
está.
Ignacio Sánchez Mejías |
En una de las corridas de feria que, por cierto, está presenciando
Su Majestad Alfonso XIII, en el toro de Martín Agüero, al tocar a banderillas,
sale del burladero de los médicos un hombre elegantemente vestido, tocado con
sombrero de ala ancha. Por los tendidos corre un run run lleno de asombro: “Es Sánchez Mejías”. En efecto, Sánchez
Mejías que coge un par de rehiletes y le pide permiso a la presidencia, que ya
va a dar orden de que lo detengan, pero a los aplausos del público se unen los
del Rey con lo que el permiso ya está dado. ¿Qué tenía que hacer Ignacio en
esta ocasión y ante un público que no sabe muy bien qué es lo que está pasando
allí?. Pues tenía que hacer algo excepcional. Y lo excepcional fueron cuatro
pares de banderillas monumentales en que cada uno era mejor que el anterior,
hasta llegar al último par, el cuarto, que dicen que fue una exposición
tremenda al estar el toro muy cerrado en tablas y pasar él, casi sin sitio,
entre el toro y la barrera.
Con el público puesto en pié, que aún no sabía bien que es lo que
había pasado, Ignacio dio las gracias a Agüero, se inclinó respetuosamente ante
Su Majestad y le dijo al empresario con voz fuerte, para que se oyera: “¿Ve usted como sí he pisado la Maestranza?”.
Y se volvió al burladero de los médicos, como si tal cosa, como si no hubiera
pasado nada.
Ignacio S.Mejías y la generación del 27 |
Ignacio, hombre singular. No se conformó con ser el impulsor, el
mecenas de la generación del 27, sino que escribió dos obras de teatro que le
estrenaron Fernando Díaz de Mendoza y María Guerrero y, además, se acercó hasta
la prestigiosísima Universidad de Columbia, en Nueva York, a hablarles a los
yanquis de la Fiesta de los Toros.
En 1.934, cuando ya tiene 43 años y está siete retirado de los
toros dice de reaparecer. Familia y amigos se lo quieren quitar de la cabeza. “No se muere en la Plaza, dice, donde uno se
muere es en la cama. Mi cuñado Joselito está más vivo que Juan Belmonte y que
yo”.
Empieza el 14 de julio en Cádiz y un mes justo tarda en llegar al cementerio de
San Fernando, en Sevilla, a ese panteón que esculpiera Mariano Benlliure. El 11
de Agosto torea en Manzanares con Armillita y Alfredo Corrochano. El toro “Granadino”, de Ayala, que aprieta mucho
hacia los adentros (cosa que Ignacio no toma en cuenta por exceso de
confianza), le da una cornada en el inicio de la faena, en el pase sentado en el
estribo con el que él solía empezar.
Tiempos en los que no existían los antibióticos. Se presenta la
gangrena y el día 13 expira y el 14 ya está allí, en el mausoleo familiar,
porque no se muere en la plaza, donde uno se muere es en la cama.
Con razón escribiría Federico García Lorca aquello de:
Tardará en nacer,
si es que nace,
un andaluz tan claro,
tan rico de aventura.
D. Álvaro Domecq |
D. Álvaro montando a Espléndida |
Álvaro corrió a Jerez. Cuando, en la cuadra, se acercaba a darle
el último beso a su yegua querida, se echó a llorar al ver que el pañuelo que
cerraba su boca llevaba sus iniciales. A.D. “Mi mujer, decía, tuvo ese detalle con Espléndida y conmigo”.
Antonio Ordóñez |
Majeza, marchosería de estos hombres que, como bien dijo Benítez
Carrasco, burlan y piropean a la orilla de una cornada mortal.
Andrés Salas Moreno
Marzo 2008
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