miércoles, 4 de septiembre de 2013

MI SUEÑO SE FUE CON ÉL

Clase, mimo, caricia, temple, estilo, ARTE, ARTE y ARTE


Un murciano en la Maestranza

De modo inesperado y con el corte de su coleta se marcharon mis sueños toreros. De caña y oro, por la Puerta del Príncipe, a hombro de sus discípulos, se despidió, en una Feria de Abril, el último de los toreros de toreros… y buena parte de mis recuerdos también se fue con él.

Lo estoy viendo torear desde mi infancia, cuando lo llevaba mi tío Luis que lo puso en figura ¡Vaya Taurino!. Y con él, enganchado a su torería, he pasado mi vida soñando.
El hijo, también figura del toreo,
le corta la coleta al Maestro

Por él quise conocer qué se siente cuando se torea tan despacio y qué misterio era ese de su temple que les daba fuerzas a los toros que no la tenían y se las quitaba a los que le sobraban. Comprendí con él que cada toro tiene su distancia y que los toreros que no la sepan encontrar, nunca serán buenos toreros; nadie como él para las distancias y nadie para darles sitio, que en el toreo no son sinónimos como tampoco lo son lento y despacio.

Para mi padre forma parte de su santísima trinidad junto a Manolete y Antonio Ordóñez. Para mí, que alcanzo a tener uso de razón taurina en los años setenta, fue el único. Viéndolo, por última vez en un ruedo me cubrió la soledad ¿Y ahora qué? ¿Dónde veré esa mano izquierda y ese medio pecho al toro con tanto empaque? ¿Dónde veré echarle la muleta adelante a los toros, y con el vuelo del faldón que sirve de toque de atención, obligarlos a humillar, cosidos a ella? ¿Dónde veré tirar de los toros, tan templado, y romperlos atrás en un muletazo eterno?... y sitio, y otro… y otro. Ligar en el toreo más natural, como si fuera tan fácil lo que es tan difícil. ¿Dónde gozaré ya de ese toreo tan profundo que va sacándote el alma en cada muletazo? ¿Quién se desmayará como él lo hacía, con la derecha y el compás cerrado? ¿Quién me coserá, también a mí a su muleta, como él me cosió? Si se torea como se es ¿Quién de los ángeles eres tú maestro?.

Los toreros lo sacaron a hombros por la Puerta del
Príncipe ¡Porque se lo merecía!
Lo que hubiera dado por haberle hecho un toro. Por embestirle para ver qué se siente bajo el mando de su muleta; para descubrirle el secreto de sus toques, de ese toque imperceptible que le permitía el monumental cambio de mano o el pase de pecho a la hombrera contraria con  el que mi padre, tan suyo, se llevaba las manos a la cabeza, y para que me enseñara sus chicuelinas. ¡Cómo se hacía el silencio en La Maestranza! Ese silencio que duele a los oídos. El capote adelante y la mano de salida abajo, muy abajo, que obligaba a descolgar al toro hasta arrastrar el morro por el suelo… y a Pepín Tristán a estallar el pasodoble, sin ¡ay!, sin miedo, sin sangre. Arte, puro arte.

Por la Puerta del Príncipe en una Feria de Abril se marchó José Mari Manzanares, mi torero. Lo sacaron por allí los toreros, sus discípulos que saltándose el reglamento la abrieron para él. El que hacía tan fácil lo más difícil, el torero de la mente tan privilegiada para los toros.

Manuel Manzanares, rejoneador
Le vi de novillero, le ví la alternativa y la confirmación y Dios quiso que la despedida y me pregunté si acaso no era yo el único en la plaza. Confundido entre el río de silencio de los aficionados que habíamos presenciado su despedida y que discurría por los pasillos de la plaza, me fue pasando la sensación de abandono y soledad. Mi torero no me dejaba huérfano. Le cortó la coleta su hijo José María que tiene el mismo concepto sublime del toreo que tiene su padre, y que éste heredó de Pepe Manzanares, su abuelo… y comprendí que yo seguiría cosido a la muleta de un Manzanares.

Gracias Maestro por haberme hecho feliz tantas tardes durante más de treinta años.

P.D.: José Mari Manzanares tiene otro hijo que es rejoneador. No me gusta el rejoneo, pero es un Manzanares… y amigo mío, estos son capaces de llevarme prendido también a una grupa.
Ernesto Salas Herrero

Enero 2009

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