Marcial Lalanda y el Dr. Salas |
Este
hombre, este SEÑOR (así, con mayúsculas) había nacido en el año 1903 en
Vaciamadrid. Su padre era mayoral de una ganadería que pastaba en los Montes de
Toledo, pero siendo Marcial muy niño pasó a ser encargado de los corrales (lo
que hoy es Florito) de la vieja Plaza de Toros de la Carretera de Aragón,
predecesora de las Ventas y que estaba situada en el mismo lugar donde hoy se
asienta el Palacio de los Deportes. Es de suponer que viviendo en semejante
sitio no tardaría en prenderle la afición. Y así fue, pues cuentan que a los
once años ya mató su primer becerrillo y que, a partir de ese momento, ya no
dejó de torear. Ocurría esto en 1914 y su carrera de becerrista duró hasta
1918. Cuando al año siguiente debuta con picadores ya es un novillero de amplia
experiencia y oficio, a pesar de su juventud. Y que ya está muy definida la
línea que quiere seguir. Admirador de Joselito el Gallo, el de Gelves, va a ser
siempre el modelo a imitar, el espejo en que se mire.
Marcial y su famoso pase de La Mariposa |
Tres
temporadas en cabeza del escalafón novilleril le llevan a una alternativa de
lujo el 28 de Septiembre de 1921, en la feria sevillana de San Miguel. Juan
Belmonte es el padrino y Manuel Jiménez “Chicuelo” es el testigo. Un doctorado
que le coge cuajadísimo como fruto de un aprendizaje magnífico.
Desde
entonces, hasta su retirada en 1942, su nombre va a ser una presencia constante
en todas las ferias. Es, pues, una auténtica figura. Es, en definitiva, el
eslabón que une dos épocas del toreo. La que se cierre con Joselito, resumen y
compendio de todo lo que ha sido el toreo hasta entonces y la que viene
después. Los años en los que los caballos iban sin peto y los años en que éste
aparece. En todo ese tiempo Marcial está en primera fila y su toreo,
naturalmente, se va amoldando a las circunstancias. Es torero que tiene que
vérselas con Juan Belmonte cuando, tras su retirada a final de 1921, reaparece
cuatro años después, impregnado ya, sin renunciar a su toreo revolucionario, de
la técnica que asimiló de Joselito. Es torero que tiene que pelear con un bravo
Sánchez Mejías; con artistas tan sublimes como Chicuelo, como Rafael el Gallo,
como el fabuloso Curro Puya, aquel Gitanillo de Triana al que Gregorio
Corrochano preguntaba: “Dime Curro ¿es que se te para el corazón cuando
toreas?”, con el genio de Cagancho, siempre imprevisible, tanto que el poeta
José Carlos de Luna le escribió aquellos versos que dicen:
Cagancho de las marismas
Canta lo que bien te venga
Que entre el cielo y la
tierra
Alguno habrá que te entienda.
Y
con Antonio Márquez, capote y muleta exquisita y con Nicanor Villalta, una de
las mejores espadas de la tauromaquia y con un largo etcétera hasta abocar en
la década siguiente, la de los treinta, donde surge un Manolito Bienvenida
deslumbrante con capote, banderillas y muleta, un Fermín Espinosa “Armillita”
al que muy justamente la crítica lo bautiza como el Joselito mejicano y un
Domingo Ortega que, nada más llegar, se hace el amo del cotarro. Y un Félix
Rodríguez, que por culpa de una cruel enfermedad no pudo llegar al sitio que se
merecía, y un Victoriano de la Serna, que cuando las musas le soplaban acababa
con todo el mundo.
Los
años de la Guerra Civil son difíciles para Marcial. Hombre de derechas, los
milicianos lo buscaban para darle aquel paseo de tan triste memoria. El
conserje de un cementerio madrileño, gran partidario suyo, es quien lo esconde
en su casa pensando que a nadie se le ocurriría buscarlo en semejante lugar. A la
primera ocasión huye a Francia, toreando allí y en la zona nacional, donde las
corridas de toros no se interrumpen. Cuando termina, en 1939, su ganadería, que
estaba en zona republicana, ha sido destrozada. No queda ni una vaca. Su
patrimonio está sensiblemente mermado y ha de seguir toreando para
reconstruirlo. Ya se encuentra mayor y ha de demorar su retirada y enfrentarse
con una nueva generación de toreros que viene con otro estilo, con otras formas
de entender el toreo.
Cabeza
de esa estirpe es Manuel Rodríguez “Manolete”, que les pisa a los toros un
terreno donde nadie osó ponerse hasta ahora. Muchos toreros de la década
anterior se retiran ante el tremendo empuje del cordobés, que triunfa casi
todas las tardes y al que la mayoría de los toros se le entregan vencidos por
el aguante de este torero, con aspecto místico, serio, del que un crítico ha
dicho que “parece un moje que reza por naturales”. Aparte Marcial, figuras de
auténtico relieve solo queda Domingo Ortega ya que Manolo Bienvenida fallece en
1938 en San Sebastián, a los 26 años de edad, víctima de un cáncer pulmonar.
Marcial
se mantiene en su puesto de primera figura y alterna frecuentemente con
Manolete, a veces en reñido mano a mano, y también ha de vérselas con un Pepe
Luis Vázquez, que irrumpe en el toreo de un modo deslumbrante. Así, hasta que
en 1942, en Octubre y en Las Ventas dice adiós a los toros en tarde en que
confirma la alternativa Juan Mari, el hijo de su gran amigo Antonio Pérez
Tabernero. Es testigo del acontecimiento Pepe Luis y es tarde en que Marcial
cede sus honorarios a su querido Montepío de Toreros, la institución que creara
Ricardo Torres “Bombita”, para ayudar a los toreros sin suerte. Lalanda es el
continuador y a él se debe el sanatorio de Toreros, luego absorbido por la
Seguridad Social y que los toreros añoran tanto.
Una postura muy torera |
En
sus veintidós temporadas como matador actuó en 1071 corridas, estoqueando 2.271
toros.
Tuvo
la desgracia de formar cartel en las tardes en que fueron heridos de muerte
diestros tan importantes como Manuel Granero, Manuel Báez “Litri” y Francisco
Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana”, conocido también como Curro Puya.
Lidió
119 toros del Conde de la Corte, 118 de Albaserrada (los victorinos de hoy), 98
de Murube, 76 de Concha y Sierra, 71 de Pablo Romero, 67 de Miura… En fin,
todas las ganaderías principales, temidas y no temidas, pasaron por su muleta.
Y
tuvo que vérselas en el ruedo 170 tardes con Domingo Ortega, 168 con Vicente
Barrera, 139 con Manolo Bienvenida, 110 con Chicuelo, 38 con Juan Belmonte… Y
de la última generación 41 con Manolete y 35 con Pepe Luis Vázquez, por no
citar nada más que a los más representativos.
Luego,
ya retirado, apoderó a gente tan importante como Conchita Cintrón, Pepe Luis
Vázquez, Luis Miguel Dominguín (en sus inicios como matador de toros), Manolo
Vázquez y Antonio Ordóñez.
Marcial apoderado de Pepe Luis Vázquez |
¿Comprenden
ustedes porque estoy yo tan orgullosos de encontrarme a su lado aquel día de
Septiembre de 1989?.
De
la mano de Andrés Amorós había venido a Murcia a prestigiar los “Aperitivos
Taurinos” de nuestro Club Taurino y tan a gusto quedó del trato recibido que al
día siguiente nos dio la alegría de volver como simple espectador.
Recuerdo
que nos contaba Andrés que, aquella mañana, cuando se dirigían al viejo local
de la calle Alfaro, al pasar por el Casino, unas señoras de porte distinguido
se acercaron a saludarlo efusivamente pues recordaban que su padre, gran
partidario del torero, cuando eran niñas las llevaba a verlo torear. El viejo
diestro se emocionó profundamente.
El pasodoble que le escribieron en los años
veinte decía bien: “Marcial, eres el más grande”.
Andrés Salas
Moreno
Junio 2007
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