domingo, 18 de agosto de 2013

JOSE y JUAN, rivales y amigos

 

José y Juan juntos hacia la Plaza
 
Corría el año 1915. Estaba a punto de finalizar la segunda temporada de la más famosa y transcendental competencia de toda la Historia del Toreo.  Joselito y Belmonte tenían dividida a la afición en dos bandos irreconciliables, que llenaban las plazas allá donde fueran. Pasión en los ruedos y en los tendidos. Era a finales de Octubre, quizá la última corrida de la temporada madrileña. Lo que sí es cierto es que era la última actuación del trianero y que aquella tarde actuaba sin la compañía del temido rival.
   
Joselito el Gallo
  Juan atisbaba por la ventana de la suite del Hotel Palace, las nubes que surcaban los cielos, deseoso de que se convirtieran en lluvia, con la secreta esperanza de que, ésta, motivara la suspensión del festejo. Quizá a esas alturas llevaba más de cien corridas y el cansancio lógico le hacía desear que todo terminara pronto y lamentaba haber firmado esa actuación, tan fuera de fecha.
Pero en fin, poco quedaba para que llegara el ansiado descanso y con ello la práctica de su deporte favorito: el acoso y derribo a campo abierto, afición que mantuvo hasta el mismo día de su muerte.
     Con Juan compartían aquellos momentos eternos de la mañana de la corrida, mientras los banderilleros están en el sorteo, sus amigos de siempre, Valle Inclán, Ramón Pérez de Ayala, Sebastián Miranda, Julio Camba… . A esto, el teléfono que suena. Desde la Plaza de Toros le llaman para decirle que la autoridad ha rechazado, por chica, la corrida de Vicente Martínez, que tenía que estoquear, y que el festejo está suspendido. Juan recibió la noticia con alborozo y al instante, con los amigos que allí estaban organiza una comida en la misma habitación del hotel, previa a la cual ordenan que le sirvan unos mariscos y unas botellas de manzanilla, dando tiempo a que en los fogones se fuese poniendo a punto una colosal paella. 
Juan Belmonte
Y cuando ya se disponen a comer y la euforia está en su punto álgido, a lo que contribuiría, me supongo, las botellas de la Guita, que poco a poco iban vaciándose, he aquí que suena de nuevo el teléfono. Llaman de la Plaza para decirle que el asunto está arreglado, que después de muchos estiras y aflojas por parte de la Empresa y representante de los toreros, la cosa está solucionada gracias al Duque de Veragua, que ha accedido a que se lidie una corrida suya que está en los Prados de la Empresa, así como el Batán actual, muy cerca de la capital y que la corrida se va a celebrar. Belmonte dice que de ninguna manera, que ya se ha hecho el ánimo de no torear y que a las malas nadie puede obligarle, puesto que el contrato dice que estoqueará toros de Vicente Martínez. Como no hay toros de Vicente Martínez no hay corrida. El festejo queda pues definitivamente suspendido.
Joselito Nazareno de la Macarena
Comienza el año 1916 y allá por el mes de Enero la empresa de Castellón viaja a Sevilla a comprar toros y contratar toreros para la corrida de la Magdalena, que como sabemos suele ser la que abre el año taurino. Van a la Alameda de Hércules, al palacete en que vive Joselito con su madre, la “Señá Gabriela”, con objeto de contratar al coloso de Gelves. Este les pregunta: “¿Han hablado ustedes ya con Juan?”, dando por hecho que el cartel lo compondrían los dos. Le responden que no, que Belmonte no va a torear pues está vetado por la Unión de Criadores, que han puesto la siguiente cláusula en los contratos que se hagan con dicha entidad: “Estos toros no podrán ser estoqueados por Juan Belmonte.”José, que nada sabe al respecto  , se queda perplejo y ruega a los empresarios que aguarden al día siguiente para firmar el contrato.
     Se encamina inmediatamente a la Plaza de la Encarnación, al domicilio de D. Eduardo Miura presidente, a la sazón, de la Unión, a exponerle el caso. Le cuenta D. Eduardo, lo que aconteció en Octubre pasado, que el Duque de Veragua se sintió muy ofendido, entendiendo que se había hecho un desprecio a sus toros y llevando el caso a la Unión, cuyos miembros hicieron causa común con el compañero, acordando unánimemente vetar al trianero.   

  “Vamos a hablar con Juan” dice José, e inmediatamente se marchan él y D. Eduardo al Prado de San Sebastián donde Belmonte, que está cumpliendo sus deberes con la Patria, hace instrucción. Juan les dice que ignoraba la magnitud del asunto y que si se negó a torear la corrida fue por las circunstancias que se daban y, en ningún modo, porque los toros fueran de Veragua, ganadería a la que nunca había hecho ascos.


D. Eduardo Miura
     Así las cosas D. Eduardo se presta a hacer de mediador para hablar con el Duque de Vegarua, pero D. Álvaro Colón, se muestra inflexible y no accede. Le habla José, le dice que él y Juan se comprometen, en desagravio, a matar una corrida de Veragua, mano a mano, en la inauguración de la temporada madrileña. El Duque sigue en sus trece, hasta que Joselito resolvió el asunto de la siguiente manera: “Bueno, pues vamos a poner en los contratos de la Unión de Criadores otra cláusula que diga: Estos toros tampoco podrán ser estoqueados por José Gómez “Gallito”.
     Y ahí se acabó el veto.
Dr. Andrés Salas Moreno

Septiembre, 2001

No hay comentarios:

Publicar un comentario