martes, 20 de agosto de 2013

LA FRUSTRADA PRESENTACIÓN DEL LITRI EN CIEZA

                     
El LITRI en su finca de Huelva con el Dr. Salas
 

 Corría el mes de agosto de 1.949. en las esquinas de la ciudad y pueblos, destacaba la policromía de un cartel de toros en que se anunciaba que el día 26 de agosto, con permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impedía, se celebraría en Cieza, coincidiendo con sus fiestas patronales, una monumental novillada en la que haría su presentación en esta provincia el fenómeno Miguel Báez “Litri”, el cual tenía revolucionada a toda la afición hispana desde que debutara en al novillada de las Fallas valencianas con un triunfo de clamor. Desde el primer momento Valencia se volcó con el muchacho, que había nacido allí mismo, en Gandía, aunque a los pocos días fuese trasladado a Huelva, en donde sigue viviendo y que sea por muchos años.

Andaba la afición algo alicaída con la con la muerte de Manolete, cosa que sucede siempre tras la desaparición de un torero de época, y el triunfo de aquel muchacho, delgado, endeble, que citaba tan de lejos a los toros y se quedaba impávido, fuese como fuese al arrancada, y que no se inmutaba por revolcón de más o de menos, encendió ilusiones y las taquillas vieron como se formaban colas cada vez que anunciaban al onubense. A los pocos días de las fiestas falleras volvieron a repetir a Miguelito, que de nuevo triunfó, y lo mismo sucedió cuantas veces hiciera el paseíllo, que lo mismo daba  para que tal cosa ocurriera, bien fuera martes o jueves, para que la Plaza se llenara. Casi toda Valencia era del “Litri”. El casi era de “Julio Aparicio”, el contrapunto perfecto a una competencia que, en la ciudad del Turia tuvo su importancia. Hasta 22 veces hizo el “Litri”  el paseíllo en aquella plaza, de donde partió su fama para toda España hasta el punto que fueron 113 las novilladas que toreó aquel año.
Litri y Aparicio, un tándem histórico

 



     Bueno, pues a lo que íbamos. Con el Litri actuarían en Cieza, Manuel Perea “El Boni” , miembro de la dinastía que creara el viejo Bonifacio, aquél enorme peón de brega, siempre en cuadrillas de lujo, de los más encopetados diestros de los años treinta y cuarenta (léase: Marcial, Ortega, Victoriano de la Serna, Manolo Bienvenida, etc, etc), cerraba el cartel un novillero que hacía poco había debutado con picadores, era alto, espigado, moreno. Se llamaba Antonio Ordóñez y era hijo del  Niño de la Palma, aquél que era de Ronda y se llamaba Cayetano. Los novillos pertenecían a la ganadería sevillana de Hidalgo Rincón.

Pues nada, que el día del acontecimiento, allá  que fui acompañando a mi buen padre y a D. Andrés Sobejano, gran aficionado, ilustre escritor y profesor de la Universidad de Murcia, que solía ser nuestro compañero de giras taurinas en aquellos autobuses que José Flores fletaba, con salida del Bar La Tapa.

 
 

 

 

Nada más llegar a Cieza unas tremendas colas en las taquillas de la plaza nos hizo pensar que sería muy difícil lograr entradas, que el lleno iba a ser absoluto, pero al acercarnos comprobamos que aquellas gentes lo que pretendían era que le devolvieran el importe de sus localidades pues un pequeño cartelito rezaba que: -por indisposición del diestro Miguel Baez “Litri” , sería sustituido por Rafael Ortega-. Desilusión general. Malas lenguas decían -¡vaya usted a saber!-, que había sido la empresa de Valencia, rectores también del coso de la Condomina, los que le habían hecho saber al Litri su disgusto de que hubiese firmado la presentación en esta provincia en Cieza, cuando, dentro de unos días había de torear la feria de Murcia, de la que era base, junto a Julio Aparicio y máxime cuando ellos habían contribuido tanto a su lanzamiento  y a su enriquecimiento.

El Dr. Salas con Rafael Ortega en la finca de Osborne Domécq, Constantina (Sevilla) marzo 1989. 40 años después

 
Y el caso es que los aficionados de verdad salían ganando pues el torero de la Isla de San Fernando había tenido un triunfo apoteósico en su debut en Madrid, el domingo anterior, donde sorprendió grandemente a la afición, que, hasta ese momento, apenas sabían nada de él. Yo sería porque no llevaba ya años en el oficio. Rafael Ortega, inmenso torero, empezó su andadura en los ruedos ya cumplidos los 21 años, allá por el año 1.942. Siete años de luchas, de plazas de talanqueras, de ruedos pueblerinos, fueron curtiendo su oficio. Cuando ya al borde del desanimo, de tanta lucha sin recoger el fruto, Dios sabe cómo vino el contrato de Madrid, y con ello la ocasión de demostrar su valía. Tan es así, que en el mes de octubre de ese mismo año en la misma plaza de Las Ventas, tomó la alternativa para convertirse ya para siempre, en un ejemplo, en una referencia de lo que debe ser un torero clásico –jamás le vi una concesión a la galería, siempre serio, siempre profundo y un estoqueador a la altura de los más grandes de la Tauromaquia de todos los tiempos.
Pero en fin vamos a meternos en la plaza que el festejo empieza a las 6’30. Entrada desoladora. La puerta de cuadrillas no se abre. Se observan discusiones, cabildeos, idas y venidas... Por los tendidos corre la voz de que el empresario ha desaparecido, pues ni siquiera hay dinero para hacer a la devolución de entradas. Los toreros se niegan a actuar si no se les abona antes sus honorarios. Llega el Sr. Gobernador Civil. D. Cristóbal Graciá, que ordena la búsqueda del Sr. Orrico y su detención. Habla con los diestros y, por fin, los convence bajo la promesa de que cobrarían, que él se hacía responsable de ello.
El LITRI

A las 7’45 se abre la puerta de cuadrillas y empieza el festejo. ¿Qué recuerdo de él?. Pues el Boni anduvo por allí sin pena gloria, que aquel bien plantado mozo de Ronda, Antoñito Ordóñez, tenía buenas maneras, buen aire de torero y que Rafael Ortega, con el día muriendo, sin apenas verle, porque allí no había luz eléctrica, hizo un faenon en el quinto toro que lo calificaba ya como lo que siempre iba a ser. Torero de toreros, torero para el aficionado amante de lo puro.

Epílogo:
Cuarenta años después, en 1989 estaba quien esto escribe en la ganadería de D. Francisco Javier Osborne Domécq, en la sierra sevillana, cuando tuve la gratísima sorpresa de encontrarme y conocer a Rafael Ortega, una de mis devociones taurinas. Estuvimos recordando aquella novillada y sus azarosas circunstancias. Y terminó diciéndome: “Aún no la he cobrado”.
Andrés Salas Moreno.

                                                        Marzo 2005.   

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