Este invierno, en febrero, 17-febrero-2009, nos llegó la triste noticia del fallecimiento
de la gran dama del rejoneo, la torera de estilo finísimo, arcangélico, fiel
reflejo de la belleza y dulzura que emanaba su figura.
El luctuoso suceso tuvo lugar en Portugal,
la tierra donde tanto triunfó, el país, por antonomasia, cuna del toreo a
caballo, el país donde se codeó en los ruedos con lo más granado del escalafón
de équites. Joao Nuncio, Simao da Veiga, Ribero Telles…, nombres míticos del
toreo a caballo con los que Conchita compitió triunfalmente. Allí contrajo
matrimonio con un miembro de la nobleza portuguesa y allí fijó su residencia
definitiva.
Pero jamás perdió
el contacto con la Fiesta y, de vez en vez, se acercaba a España a presenciar
algún acontecimiento taurino, sobre todo cuando su fraternal Antonio Bienvenida
se encerraba en solitario con seis toros o cuando había que alternar en algún tentadero
con él o con Domingo Ortega, en la finca que el maestro de Borox tenía en
Navalcaide.
Al enterarme de su óbito mis recuerdos se
pusieron a funcionar. ¿Cuándo tuve las primeras noticias de aquella rejoneadora
que, luego echaba pie a tierra para torear con capote y muleta como dicen que
lo hacen los ángeles? Quizás fue en 1944. Uno, aficionado precoz, en mis doce
años que acababa de estrenar, procuraba estar al tanto de lo que sucedía en el
Planeta de los Toros. Me ayudaba a ello la lectura del “Dígame”, semanario
dedicado al mundo del espectáculo, pero con preferencia a los toros, que
dirigía D. Ricardo García “K-Hito” uno de los más prestigiosos y originales
críticos de la época, pues adornaba sus escritos de un humor finísimo, sin
acritud, tendiendo siempre a la benevolencia, pero sin faltar a la verdad. Y me
ayudaba también “El Ruedo”, la gran revista gráfica que comenzó a publicarse en
junio de aquel mismo año y que paradójicamente, estaba editada por la misma
empresa de “Marca”, la famosa revista deportiva. En “El Ruedo”, aquélla revista
taurina que aún no ha sido superada, escribían plumas como Pemán, D. Natalio
Rivas, Clarito, Barico, Cañabate y un largo etcétera. En aquellos tiempos las
comunicaciones no eran tan rápidas como ahora, que al instante te enteras de lo
ocurrido a miles de kilómetros y las noticias que llegaban de América eran algo
confusas. Para más inri las relaciones con los toreros mejicanos estaban rotas
desde 1.936 y no se arreglaron hasta julio de este mismo año.
Pero con estas dos revistas empezamos a
saber lo que sucedía al otro lado del mar, con gran puntualidad. Así supimos de la
existencia de una señorita nacida en 1.922 en Antofagasta (Chile), que de muy niña
se trasladó a vivir a Lima (Perú) donde sintió la vocación taurina, alentada
por su profesor de equitación, un antiguo rejoneador portugués llamado Rui da
Cámara, que siempre permaneció a su lado.
Conchita en los años 40 |
Con Juan Belmonte |
Naturalmente pronto saltó a Méjico donde
se desarrolló plenamente como caballista y como torera, pues tras clavar las
primeras zarpas de castigo y poner las banderillas, echaba pie a tierra para
dar unos lances con el capote y torear de muleta. En el “Dígame” y en “El
Ruedo” venían unas fotos donde se evidenciaba una indiscutible clase y
personalidad.
Lo comprobé aquel mismo verano, en la
añorada Torrevieja de mi niñez. En uno de aquellos cines con techo de estrellas
(Gloria Cinema se llamaba) donde uno se llevaba la merienda-cena y un botellín
de agua, vi cuantas veces pude, una película mejicana titulada “Maravilla del
Toreo”. La protagonizaban Conchita Cintrón y un orfebre del toreo azteca, Pepe Ortiz,
que en España triunfó en los años treinta, sobre todo por su toreo de capa
lleno de fantasía. (Un inciso. Aquellos quites de El Juli de sus primeros años,
se lo enseñaron en Méjico los que habían visto torear a Pepe Ortiz). En este
film, Conchita Cintrón, deliciosa jovencita de apenas veinte años, brillaba en
todo su esplendor como rejoneadora y como torera. El titulo de la película
estaba bien puesto “Maravilla del Toreo”.
Toreando a pié en Perú |
Cuando alboreaba la temporada de 1.945 se
anunció que la gentil peruana vendría a España, si bien sólo la veríamos actuar
a caballo, pues aquí estaba prohibido terminantemente que las mujeres toreasen.
Pocas personas fueron las que tuvieron el
privilegio de verla torear pues sólo lo hizo en tentaderos y en fiestas a
puerta cerrada. En un reportaje de “El Ruedo” se le ve montando a caballo con
Cayetana de Alba, entonces Duquesa de Montoro y una foto con un Manolete
solemne, impecablemente vestido de corto, que tras actuar con ella en un tentadero
exclamó con su andaluz cerrado: “Ozú, ezta zeñorita ze las zabe toas”.
Cuando terminaba la temporada, el 30 de
septiembre, la vi torear en Lorca precediendo a la actuación de los tres
hermanos Dominguín, Domingo, Pepe y Luis Miguel, un Luis Miguel que ya iba
anunciando y demostrando que era una fiera vestida de luces.
En la temporada siguiente pude verla
actuar tres veces. A primero de mayo en Alicante, encabezando el cartel que
formaban Fermín Rivera, Pepe Luis Vázquez y Agustín Parra “Parrita”.
Pocos días después la vería en Cartagena
con Fermín Rivera, Luis Miguel Dominguín y Rafael Llorente.
La última actuación que le presencié fue
en Murcia, en la Feria de Septiembre. La mañana aquella uno andaba curioseando
por la puerta del Hotel Victoria, hospedaje de los toreros y donde había un
gran ambiente. La vi venir con su porte gentil, distinguido, probablemente de
la cercana iglesia de San Pedro. Llevaba un misal en la mano y se tocaba con un
velo de encaje, como era usual entonces en las mujeres que asistían a misa. La
acompañaba la señora de Ruy da Cámara, su profesor.
Por la tarde actuaría con Domingo Ortega,
José vera “El Niño del Barrio” y Luis Miguel Dominguín.
¿Qué significó Conchita Cintrón en el
rejoneo? A mi ver trajo un aire fresco, nuevo. Una elegancia exquisita y un
derroche de gracia torera.
Vino en una época en la que sólo brillaba
en los ruedos el señorío campero de Álvaro Domecq. Aún faltaban años para que
se consolidara un Ángel Peralta, que fue el que revolucionó el toreo a caballo hasta
el punto de enganchar a los públicos de tal modo que, poco a poco, se fue
imponiendo los festejos exclusivos de rejoneadores, hoy tan en boga. Entonces,
el toreo a caballo se limitaba a ser un simple prólogo de la actuación de los
hombres de luces. El número del caballito que decía Cañabate.
Con Conchita Cintrón, con Álvaro Domecq y
antes con Cañero, el rejoneo era algo más, era auténtico toreo a caballo y, en
el caso de la peruana, adornado de una distinguida feminidad.
Vayan estas líneas en homenaje y recuerdo
y en agradecimiento por lo que me hizo disfrutar aquellas cuatro tardes en las
que tuve la suerte de verla actuar.
Descanse en paz.
andrés Salas moreno
Décima a Conchita
Cintrón
Por
el ruedo del ensueño
te
sueño toda de oro
y
todo de negro el toro,
fundidos
en un empeño
casi
verdad, casi sueño.
Y
me pregunto por qué,
ni
siquiera en sueños sé
como
juntas, amazona
la
elegancia de Gaona
con
la llama de José. (Pepe Alameda)
Hermosa crónica. Si alguien sabe algo de un caballo de Conchita Cintrón vendido en Bogotá, en 1.944, favor enviar información a este correo.
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