A Borja Domécq, con admiración y afecto
"Bienvenido" en el campo, padreando.
"Bienvenido" en el campo, padreando.
Verás “Bienvenido”, aquella mañana
del último catorce de marzo, no podía imaginar la sorpresa que me esperaba.
Quizás aquél encuentro fue lo más bonito, lo más entrañable de un día que
resultó completo. Porque a eso de las doce, con un sol brillando en todo lo
alto, el corazón latía ilusionado cuando, un poco más allá de San José del Valle,
en tierras cercanas a Jerez, cuando nos acercábamos a Fuente Ymbro, finca que
da nombre a una de las ganaderías que más nos ilusiona a los aficionados que
soñamos con el toro encastado, que llene los ruedos de esa emoción única, razón
de ser de nuestra Fiesta Brava. Ricardo Gallardo, el feliz dueño de esta
ganadería, está logrando esto, Dios sabe a costa de cuantos desvelos, de cuanto
afinar en la selección, en una labor que a mí, pobre ignorante, se me antoja
dificilísima.
Y ya en su finca, ya dentro de los cercados, el estupor ante aquella
sinfonía de verdor en todos sus matices, un verdor salpicado por las manchas
movibles, negras, coloradas, de un centenar largo de novillos, que por
allí deambulaban, lentos, solemnes, casi
sin prestar atención a nuestra presencia, sabedores de que ellos eran los reyes
de aquél paraíso. Utreros lustrosos, de presencia imponente, esperaban el
momento de ir a Madrid, a Murcia, al sur de Francia. Los comederos y
abrevaderos, todos bajo techado, daban fe de que le dueño no escatima
comodidades para sus reses al mismo tiempo que, tres veces por semana, arreados
por expertos caballistas de la casa han de recorrer, en una especie de
tauródromo, varios kilómetros para mantenerse fuertes y musculados.
Y en esto, el vaquero que gentilmente, a bordo de
una pequeña camioneta, nos enseñaba aquélla maravilla a Juan, a Emilio, a
Miguel y a mí, nos dijo:
-“Bienvenido” el toro indultado en Murcia, está aquí-
Nos faltó tiempo para rogarle que nos acercara.
Y... allí estabas tú, “Bienvenido”, en le cercado que compartes con los otros
sementales de la casa, con el número 79 bien visible en tu costillar, con ese
ligero tostadito en el lomo que da a tu capa la denominación de negro mulato,
lejana reminiscencia de tu madre “Bienvenida” marcada con el número 106, de pelo colorado encendido.
Levantaste
la cabeza orgulloso, altanero, cuando nos vistes aparecer, sin aparentar para
nada esos quince años que debes tener y que, para los de tu especie, es una
edad más que respetable. Más luego, cuando percatado de que éramos “gente
pacífica”, bajaste la testuz y echaste a andar penosamente, trabajosamente, se
te echó encima todo el tiempo que tienes y entonces nos invadió una ternura
infinita. Junto a tu morrillo, al cabo de tantos años, todavía quedaba la
huella de aquel largo puyazo que con tanto estilo tomaste.
El ganadero Borja Domecq |
Pero no era la primera vez que nos
veíamos así, de cerca, en tu hábitat natural. Hace diez años, en 1993, también
en marzo, nos llegamos hasta “Jandilla”, hasta el cercado donde ya correteabas
entre diez o doce becerras que iban a ser tus primeras novias. Borja Domécq, tu
criador, te enseñaba con orgullo. Aún tenías frescas las heridas de siete meses
antes, de aquél 14 de septiembre de 1992, que, gracias a ti, se hizo fecha
histórica en la Plaza de Toros de Murcia, al ser el primer toro que lograba el
altísimo premio del indulto en su mas que centenaria andadura. Sé que libraste
una dura batalla, tan dura como la que sostuviste en el ruedo, que la gangrena
amenazaba con terminar con tu vida, que el Dr. Zumel, catedrático de Patología
Quirúrgica de la Facultad de Medicina de Cádiz, tuvo que operarte a vida o
muerte para quitarte aquellos treinta kilos de carne putrefacta, recuerdo y
secuela de aquél puyazo en el que te sacaste al caballo hacia los medios,
empujando con una fijeza extraordinaria. Pero ya había pasado todo y ahí
estabas, con tu harén incipiente, dispuesto a inyectar bravura para que tus
hijos aumentaran la gloria del hierro de la estrella.
Seguíamos tu carrera, tanto Manolo
como yo, siempre preguntábamos a Borja, a Reyes, por ti, y así supimos que no
solo padreabas en “Jandilla” sino que, a veces te ibas a “Lo Álvaro” a poner
una inyección de casta en hierro de tanto fuste como el de la corona ducal.
Naturalmente, también ejercías de semental en la ganadería amiga de “Fuente
Ymbro”, donde ahora estás en una jubilación tranquila. Por todo esto, mi
sorpresa y alegría al verte. Y me he puesto a recordar aquella feria, en la que
abundaron los toros importantes. Recuerdo que la abrió Toño Peláez, con sus
Lamamié de Clairac y que le echó un toro a Pepín Jiménez que aún está
embistiendo en mi memoria, recuerdo que Álvaro Domécq lidió una corrida que no
fue aprovechada por sus matadores y que Salvador Domécq sirvió en bandeja, un
triunfo grade a Manzanares, Joselito y Litri. Así que el día catorce por la
mañana, en los patios le dije a Borja “Tu tío Salvador te lo ha puesto muy
difícil” y tu amo asintió con su sonrisa bondadosa.
Enrique Ponce |
La corrida empezó con un minuto de
silencio, Ramón Soto había muerto la víspera en Sevilla, y César Rincón, Emilio
Muñoz y Ponce llevaban un lazo negro sobre la manga. El colombiano demostró el
porqué de su categoría y el de Triana, Emilio Muñoz, nos dejó detalles
inequívocos de aquel Barrio, con mayúsculas, Ponce, que estrenaba aquel año un
mandato del que aún no se ha apeado, y por lo visto, va a ostentar mientras
esté en el toreo, no tuvo suerte en el primero, y esperaba con impaciencia su
segundo toro para darle un final feliz a la tarde. Y saliste tú y, desde el principio
derramaste tu clase, tu celo, tu estilo. Ya hemos hablado del puyazo. Galopaste
en banderillas y, cuando tocaron a matar, ya sabíamos que iba a haber faena
grande. Pero no esperábamos tanto. De principio a fin aquello fue una sinfonía
de toreo grande, compuesta al cincuenta por ciento por Enrique y por ti, que
pocas veces vieron estos ojos una conjunción tan perfecta. Muleta y toro iban,
como dice el pasodoble que tan magistralmente canta Rocío, al mismo son, al
mismo compás y el público estalló de júbilo, y echó al viento sus pañuelos
pidiendo tu indulto ¡Bendita sensibilidad del público de Murcia, que determinó
que un toro así no debía morir!¡Bendito torero Enrique Ponce que supo poner tan
de manifiesto tus excelsas cualidades!. Y la explosión de júbilo cuando Juan
Ignacio Herrero sacó el pañuelo naranja.
El ganadero hizo entrega, al Club Taurino de Murcia, de la cabeza disecada de "Bienvenido" en septiembre de 2003, en cuyo Museo puede contemplarse.
Hasta el Himno Nacional sonó
cuando, dócil como un corderillo, como corresponde a tu nobleza, te ibas detrás
de los cabestros camino de tu libertad, de tu gloria.
No me da vergüenza decirte que me tuve
que secar una lagrima, lo mismo que ahora, cuando te he visto en encampanado y
luego, cuando has echado a andar y he visto que tu fin, ley de vida, está
próximo. Pero ya sabes, tu cabeza vendrá a la tierra donde ganaste el indulto,
al Club Taurino. Sé que Manolo te pondrá en le mejor sitio y sé también que
cuando se acerque por allí algún joven aficionado presumiremos de haber sido
testigos de tu triunfo y, también les diremos que, en dos ocasiones, estuvimos
junto a ti, en tus campos de Jerez, cuando empezabas tu labor de procreación y,
ahora, en el ocaso, en ese ocaso, que al fin y al cabo, nos espera a todos.
Perdone Señor Salas, me llamo Mario García y soy escritor. Estoy haciendo un reportaje sobre Bienvenido y mme gustaría poder ver las imagenes de esta entrada, que por alguna razón han desaparecido. Al menos, si no pudiese ser, me gustaría que me aportase algún dato importante para mi investigación, como cuando murió, si fue buen semental, si conoce algún hijo importante que haya tenido, etc.
ResponderEliminarMuchas gracias, espero atentamente su respuesta (magasa5d@gmail.com)