El Maestro Manolo Vázquez |
A las 6,30 de la tarde,
del domingo 14 de Agosto de 2005, falleció en su casa de Sevilla MANOLO
VAZQUEZ.
En el día en que más paseíllos se hacían en
España, Manolo Vázquez no quiso ser menos y cruzó, con toda dignidad torería,
el camino que va hacia la eternidad. Sus últimas palabras fueron: “Me voy con
Sor Ángela de la Cruz al cielo, a ver los toros desde allí”. Y con esta
evocación a la Santa tan querida de los sevillanos y esa firmeza en su fe
cristiana, se nos fue para siempre.
Sabíamos de su grave enfermedad, pero no
pensábamos en un final tan rápido. Todavía, esta pasada feria sevillana, lo
veíamos ocupar su localidad. Alguna tarde falló, quizás cuando las molestias
arreciaban, pero en cuanto había un resquicio, una tregua, allí estaba en su
Maestranza del alma.
Manolo Vázquez tardó en ser reconocido por
la afición sevillana. En sus comienzos, todo el amor de Sevilla estaba volcado
en su hermano Pepe Luis. Manolo vio pronto que este sería el gran “handicap” a
vencer; que los sevillanos analizarían con lupa a aquel niño de 15 años que, a
lo mejor, venía a beneficiarse de la sombra del hermano. Pero no fue así. Tan
no fue así que desde el principio buscó su propio camino lejos de las
filigranas (filigranas de oro de ley, ojo) y arabescos del Rubio de San
Bernardo.
Manolo Vázquez, pintura de Manolo González |
Desde los inicios buscó un toreo profundo,
no de pellizquito, sino de pellizcazo. Un toreo hondo con más sabor a Triana y
a Ronda que a Parque de María Luisa, y ya, en sus primeras novilladas hizo
realidad aquel slogan que decía “El toreo estaba de perfil, y Manolo Vázquez lo
ha puesto de frente”. De frente, pero girando siempre el pecho, siguiendo el
viaje del toro hasta que este quedaba perfectamente colocado para ligar el
siguiente muletazo. Esa fue su credencial para presentarse en Madrid aquel 4 de
Junio de 1.950 y cortar la oreja a un novillo de Graciliano. Al domingo
siguiente, en el mismo ruedo de las Ventas, fueron cuatro las orejas que cortó
y ya Madrid lo adoptó como torero suyo por los siglos de los siglos.
Cuándo fue la
primera vez que le vi torear?. Yo creo, si la memoria no me traiciona, que fue
el 25 de Marzo, Domingo de Resurrección, del año 1.951. Si los dos anteriores
fueron los mismos de Julio Aparicio y Litri, éste de 1.951 fue el de la pareja
formada por Manolo Vázquez y Antonio Ordóñez bajo la batuta de Marcial Lalanda.
Aquel día también fue la primera vez que lo saludé, saludo que no se repitió
hasta casi cuarenta años después. Resulta que con los dos novilleros de moda
abría cartel Jerónimo Pimentel, novillero muy estimable y con el que, desde dos
años antes, me unía buena amistad. Con Jerónimo, en su coche de cuadrillas,
hice el trayecto desde el Hotel Victoria hasta la Plaza de Toros y con mi amigo
llegué hasta la puerta de cuadrillas donde les deseé suerte a todos mientras
resonaba en mis oídos el “grasia” solemne de Vázquez y Ordóñez.
Es lo único que
recuerdo de aquella tarde, por lo que deduzco que no debía de ocurrir nada. Lo
que sí tengo presente es que dos meses después volvía a ver a Manolo Vázquez en
Valencia con Antoñito y Paco Honrubia ( la pareja con Ordóñez ya se había roto
y éste volaba ya en manos del viejo Dominguín). Fue una tarde apoteósica para
el sevillano y el madrileño con cortes de orejas en sus novillos y allí tuve la
ocasión de ver palpablemente aquel toreo de frente.
Monumento de Manolo Vázquez frente a la Maestranza de Sevilla |
No tuvo suerte Manolo Vázquez en su
primera etapa de matador de toros. Alternativado a final de temporada en
Sevilla por su hermano Pepe Luis y Antonio Bienvenida de testigo y confirmado
al día siguiente en Madrid con el mismo cartel, las cogidas pronto hicieron su
aparición con las consiguientes pérdidas de corridas, de sitio etc. etc. Por
otro lado Sevilla, tan incomprensible a veces, no terminaba de entregarse.
Siempre sufría la comparación con el glorioso hermano, aunque como hemos dicho
antes, el estilo era totalmente distinto. Prácticamente desapareció de los
toros mediada la década de los sesenta. Calladamente. Pero llevaba su desazón
dentro. Sabía que no había dicho en los ruedos todo lo que tenía que decir, que
su obra quedaba inconclusa. No importaba que el calendario de su vida hubiese
rebasado ya el medio siglo. Su sobrino Pepe Luis, el hijo del inmenso hermano
iba a tomar la alternativa. Torero de corte exquisito tenía ilusionado a los
sevillanos. Manolo Vázquez va a reaparecer para doctorarle. La fecha, domingo
de Resurrección de 1.981. Testigo Curro Romero. La expectación de la Maestranza
a tope. Sucedió que Manolo, con 52 años a cuestas, empezó a decir con capote y
muleta todo lo que en su etapa anterior hubiera querido decir. Y Sevilla quedó
asombrada. Asombro que culminó dos meses después, en el Corpus, cuando, en
presencia de Romero y Paula, lo cogieron a hombros y lo sacaron por la Puerta
del Príncipe. Fueron tres temporadas explicando el cómo y el porqué de aquel
toreo tan profundo y, al mismo tiempo, tan sutil, tan de seda.
Culminaron aquellos recitales el 12 de
Octubre de 1.983. Su última corrida, un mano a mano con Antoñete, fue toda una
demostración de su modo de sentir el toreo. Cuatro orejas y, tras el corte de
coleta a cargo de su hijo, se fue del toreo por donde era justicia que se
fuese: por la Puerta del Príncipe.
Manolo Vázquez en Murcia, 2003 |
Años después vino al Club taurino de
Murcia a explicarnos, en magistral conferencia, los motivos por los que había
vuelto al toreo, para que saliese del todo el torero que llevaba dentro. Había
que sacarlo y lo sacó. Y los jóvenes se quedaban boquiabiertos cuando descubrieron
esa forma tan sencilla, tan natural de hacer el toreo. Y los que ya no éramos
jóvenes sentimos el gozo de ver que el toreo eterno estaba vivo. Por encima de
los modos y de las modas.
Volvió varias veces al Club, a los
Aperitivos Taurinos de nuestra feria. Su verbo fácil hacía amenísimas sus
charlas que eran siempre una lección de toreo.
Alguna vez, tanto Manolo como yo, lo encontrábamos en Sevilla, bien en
la Feria del Toro, en el Donald o en las cercanías de la Puerta del Príncipe,
antes o después de la corrida. En su saludo cordial nunca faltaba un recuerdo a
Murcia y a este Club Taurino. Descanse en paz!.
Andrés Salas Moreno.
Septiembre 2005
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