El personaje: Julio Pérez "VITO"
Lo ves venir desde lejos, erguido, que no
soberbio, y no hace falta ser muy adivino para tener la certeza que el que
viene braceando a compás, impecablemente vestido, rezumando elegancia natural,
es torero por los cuatro puntos cardinales. Esto es algo que no se puede
disimular, que va innato con la persona. Es más, tendría que venir vestido de
buzo (pongamos como ejemplo de envoltura antiestética) y seguiría pareciendo
torero. Con mayúsculas. Se trata, y hora es ya de decirlo, de Julio Pérez
Herrera, más conocido por “El Vito”. Nadie diría que hace 77 años que vino al
mundo porque aún lo ves capaz de coger un par de banderillas e irse andandito,
andandito hacia el toro; una carrerita en el momento justo y sacar los palos
desde abajo, dejarlos en todo lo alto y salir despacio, sin prisas, que las
prisas ya sabemos para quienes son. Hoy lo veo eufórico, como casi siempre,
camino de una cita con la Televisión Francesa, que le va a hacer una entrevista
para aquel país, donde tantas pruebas dejó de su arte, que hasta llegó a torear
en París hace más de medio siglo con Conchita Cintrón y Ángel Luis Bienvenida.
Luego, a la hora del café, me diría, lleno de infantil alegría: “¡Qué reportaje
más bonito me han hecho, con la Maestranza y el Guadalquivir como fondo!”.
Como uno lleva mucho tiempo viviendo, lo más cerca posible, del fabuloso
mundo de la Tauromaquia, siempre ha procurado saber la historia de sus
protagonistas. Así, y porque mi padre me lo contó, supe que el progenitor de
Julio, Manuel Pérez “Vito” fue un estimable novillero de principios del siglo
XX, que toreó precisamente en aquella novillada benéfica de Valencia, formando
cartel con Angelillo, Daudet y Fernando Gómez “Gallito IV”, el hermano de
Rafael y José. Novillada ésta que fue famosa porque en ella, el director de la
banda Municipal de Valencia, el Maestro Lope, escribió, para la ocasión, cuatro
monumentales pasodobles, uno a cada novillero, que hoy, a más de un siglo de
distancia, todavía siguen alegrando las plazas de toros, poniéndole fondo a ese
maravilloso momento en que un toro quiere coger la muleta y el matador lo lleva
una y otra vez en un alarde de temple y arte. “Cuando muleta y toro van al mismo
son”, que canta la sin igual Rocío.
El VITO con el Dr. Salas |
Quizás el pasodoble que más suena sea el de Gallito, que ya quedó como
el himno de tan gloriosa dinastía. Pero el del Vito también se escucha con
frecuencia y en más de una ocasión habrá acompañado las faenas del Julio de
nuestros días cuando empuñaba muleta y estoque. O quizás, también, para ponerle
glorioso colofón al tercio de banderillas, como aquella tarde, cuando ya vestía
de plata, en la Feria de Abril sevillana y el toro, iniciado ya el viaje, le
hizo un extraño y él aguantó impávido y, jugándose el tipo, clavó un par
colosal que puso a la Maestranza en pié y la música rompió a tocar en su honor.
Me cuenta que su matador Jaime Ostos -Jaime, Corazón de León, le decía, con
toda justicia, un crítico de la época-, todo pundonor, todo hombría, quizás
celosillo de aquella ovación, le brindó el toro diciéndole: “Si tú tienes dos
coj..., yo tengo cuatro”. A lo que Julio contestó: “Eso, díselo al toro”. Y
vaya que se lo dijo, que le cortó la oreja a un toro que no era de oreja. Otros
tiempos. Otros hombres.
Alternativa con Arruza y El Choni |
¿Qué pasó para que Julio no llegara arriba?. Pues a mi ver pasó, que en
Octubre siguiente a la alternativa, en la Feria de Jaén, un tremendo cornalón
le partió el muslo.
Y que, nada más comenzar la temporada del 47, en la feria
de Abril de su Sevilla otro toro lo metió en la cama con otra cornada
gravísima. Tiempo aquel en que, al no estar todavía muy generalizado el uso de
los antibióticos, no ser éstos del amplio espectro de hoy, las heridas tardaban
más en cicatrizar, las curas terribles y, quieras que no, todo eso te hacía
perder un sitio que era difícil recuperar. Julio aguantó dignamente unos años,
pero al final optó por ponerse el traje de plata y ahí si que alcanzó una
cumbre a la que nadie ha llegado. Un rey con el capote de brega en las manos.
Un rey de reyes con las banderillas, que hoy todavía sigue siendo una
referencia, un modelo a quien seguir, aunque su estilo y sus maneras han sido incopiables.
Su secreto se irá con él.
Con
el Litri y con Jaime Ostos transcurrió la mayor parte de su carrera, y sin
quererlo adquirió tal protagonismo que todos los aficionados estábamos deseando
verle coger los palos. Un espectáculo. Se iba hacia el toro despacito, sin
prisas, gustándose, una carrerita para ganarle la acción al toro y el par que
sale desde abajo para clavarse en todo lo alto y un salir de la suerte
tranquilo, sonriente, como si no hubiese pasado nada. Y una plaza que estallaba
en una ovación cerrada. Un espectáculo.
El
complemento de Julio era Luisito González. Un torero lleno de casta, de estilo
diferente, pero que no quería que le ganasen la pelea. Era un gozo ver aquellos
tercios de banderillas.
Todavía joven, Julio colgó el traje de luces. Pero siguió junto al toro.
Puede ser que hoy sea el mejor veedor. En su cabeza están todos los toros de
todas las ganaderías, a las que se conoce al dedillo. Por suerte, Ángel Bernal
lo tiene como su hombre de confianza en Andalucía y el Vito es quien elige los
toros que luego, con el visto bueno del empresario, han de lidiarse en Murcia.
Y a fé que aciertan y a los resultados me remito. Luego, cuando por San Miguel,
en los últimos días de Septiembre, va uno por Sevilla, los aficionados de allí
preguntan: “¿pero qué pasa en Murcia, que embiste tanto toro?”. Uno cuenta el
buen juego que ha dado tal o cual corrida y Julio, que no está muy lejos, saca
pecho y sonríe con sano orgullo.
El VITO con su amigo el Litri |
Alguna vez, en día de corrida, tras tomar café, hemos emprendido juntos
el camino que va desde la calle Reyes Católicos hasta la de Adriano. Por Pastor
y Landero adelante el camino se hace eterno, pues aunque uno es de andar lento
y dificultoso aún ha de esperar a Julio, que me lo van parando por todas partes,
que de cada esquina le salen abrazos y muestras de admiración hacia su persona.
Como el hombre es amable y sencillo, para todos tiene una sonrisa, una frase de
agradecimiento. “¿Lo ves, mi arma?- te dice- no puedo salir a la calle”. Luego,
al llegar a la altura de la Puerta del Príncipe, ya es imposible dar un paso
con él y tienes que dejarlo, porque si no llegas tarde a tu localidad. En fin,
ese es El Vito. UN TORERO. UN HOMBRE. Con mayúsculas.
ANDRES SALAS MORENO
Andrés Salas Moreno.
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