Pues
Señor que estaba finalizando el mes de agosto del año de gracia de 1.879,
cuando las esquinas de las calles murcianas, dentro del tórrido calor que, es
de suponer, hacía, se vieron alegradas con los llamativos carteles que
anunciaban, jubilosos, dos grandes corridas de toros para los días 5 y 6 de
septiembre, como atracción principal de la Feria. Que siempre fueron los
festejos taurinos quienes dieron fama , rumbo y categoría a las fiestas
patronales de toda ciudad que se precie.
Aún
faltaban ocho años para que se inaugurase el actual coso de La Condomina.
Quizás no estaba “in mente” de las personas que, más adelante, darían forma y
vida a tan colosal circo taurino.
Manuel Molina, hermano de Lagartijo |
Por
aquellos años, concretamente desde 1.851, Murcia contaba con la llamada Plaza
de San Agustín, construida en el solar
que ocupaba el convento de los Padres Agustinos y que era ni más ni menos, que
el lugar que hoy ocupa el magnífico edificio de la O.N.C.E.
La
plaza en cuestión, era de forma poligonal y tenía un aforo de 7.700 localidades
repartidas en tres pisos: Tendido, Grada 1ª y Grada 2ª.
Las
ganaderías anunciadas para la ocasión pertenecían al Marqués de Saltillo y a D.
Joaquín Murube, es decir, lo mejor de lo mejor de la cabaña brava española de
todos los tiempos, pues aún hoy, a ciento veintitrés años de distancia, corren por las venas de
centenares de reses la sangre ilustre de aquellas vacadas.
Los
matadores encargados de darles muerte, ambas tardes, eran nada más y nada menos
que el primer Califa que tuvo la tauromaquia,
Rafael Molina “Lagartijo” y el
Señor Fernando “El Gallo”, creador de la más grande dinastía torera. Padre de
dos toreros tan grandiosos como Rafael el Gallo –compendio de gracia y
sabiduría- y Joselito –el torero más poderoso y enciclopédico que dieron los
tiempos-.
Pero
hete aquí, que el dos de septiembre – tres días antes de la primera corrida- la
Sociedad Taurina que regía los destinos del coso murciano, recibe la noticia de
que el Sr, Fernando el Gallo no puede actuar porque aún no se ha repuesto de la
cogida sufrida en Toledo a mediados de agosto.
No
creo que, en aquellos tiempos, con los medios de comunicación existentes, fuese
fácil solucionar el problema. Así que nos imaginamos la consternación de los
Sres. empresarios.
Mientras
tanto la Feria transcurre feliz. La prensa anuncia, que cada noche, de 9 a 11, la
Banda de Música que dirige el Maestro Mirete, actúa en La Glorieta, deleitando
a los murcianos con su repertorio de valses, polkas y pasodobles, y que el
jueves, 4 de septiembre, la ciudad entera acuda a recibir a la Virgen de la
Fuensanta, que baja de su eremitorio del Monte, siendo recibida con el fervor
acostumbrado, fervor que, gracias sean
dadas a Dios, perdura y aumenta, cada vez más, en estos tiempos que corremos.
Es
el mismo 5 de septiembre, día de la primera corrida, cuando los aficionados
tienen noticia que el Señor Fernando el Gallo va a ser sustituido por Manuel
Molina, hermano de “Lagartijo” y que va a recibir la alternativa de manos de
éste.
Las cuadrillas de Mazzantini, Frascuelo y Lagartijo, de Vázquez Díaz |
Creo
pues, que Manuel pensaba pasar a la categoría de matador en un futuro, los
acontecimientos se precipitaron y así se salvó a la Empresa del tremendo
compromiso.
Así
que, todo solucionado, a las cuatro en punto del día cinco, la plaza presentaba
un magnífico aspecto, todas las localidades vendidas, adornados los palcos con
exquisito gusto y resaltando, cómo no, la proverbial belleza de las hijas de
Murcia.
El
festejo fue presidido por el Sr. Gobernador Civil y en cuanto éste sacó el
pañuelo blanco partieron plaza las cuadrillas de Rafael y Manuel en las que
figuraban nombres de tanto fuste como los picadores José y Manuel
Calderón, Juan el de los gallos y
banderilleros tan ilustres como Juan Molina, hermano también del Califa y uno
de los peones de brega más grandiosos de toda la historia del Toreo, José Gómez
“Gallito”, hermano del Sr. Fernando y
también notabilísimo subalterno, Mariano Antón, Cuatrodedos, y etc etc...
El
Saltillo que abrió plaza se llamaba “Peleón”
y con él tomó la alternativa el diestro cordobés. La faena se compuso de
dos pases naturales y tres con la derecha, dando una estocada y dos pinchazos.
El puntillero acertó al segundo puntillazo, ahondando antes, indebidamente, el
estoque.
Lagartijo,
en el segundo, fue ovacionado tras una estocada corta y un magnífico volapié.
El
tercer toro lo mató de media atravesada, otra de la buenas y un descabello al
primer intento.
Rafael,
que había brindado la muerte de este al presidente efectivo de la Sociedad
Taurina, fue obsequiado con un soberbio melón, y, pásmense, en el corazón de
éste se albergaba una cadena de oro para reloj, y con el titulo de Presidente
Honorario de la Sociedad Taurina, tributo de admiración que ésta rendía al
Arte.
La
lidia de los restantes toros transcurrió sin pena ni gloria.
Los
saltillos fueron al caballo un promedio de doce veces por toro, haciendo una
gran pelea en varas y dejando para las mulillas un total de 16 jamelgos.
La
segunda corrida ya fue otro cantar. La plaza no se llenó y los murubes, si
exceptuamos el 2º y el 4º, defraudaron.
Los
picadores mal, muy mal y los banderilleros medianos, salvo Juan Molina que
evidenció, una vez más, su maestría.
El
Sr. Presidente Honorario de la Sociedad Taurina, ya sea por el encumbramiento,
ya sea por cansancio, no rayó a gran altura.
De
Manuel Molina, dice el crítico del Diario de Murcia que estuvo bastante descompuesto
en la brega y que carece de arte y afición y que no merece el nombre de matador
de toros. Bueno, pues la cosa, en lo que se refiere al toricantano no estuvo
muy allá.
Picados
por la curiosidad indagamos en su carrera y vemos que confirmó la alternativa
al año siguiente, el 11 de julio, de manos de su hermano y siendo testigo
Currito, el hijo del gran Cúchares. Toreó poco Manuel Molina y siempre, gracias
a la protección del hermano famoso. Así, hasta 1.885 en que abandonó
definitivamente la profesión.
Es
frecuente, a lo largo de la Historia del Toreo, que cuando surge un genio
aparece siempre un hermano que quiere medrar a la sombra de aquél. Naturalmente
no llegan muy lejos.
Otro
tanto le ocurrió a Frascuelo con su hermano Francisco, que también se hizo
matador al socaire de Salvador, sin que brillara mucho. Por eso cuentan que
Lagartijo y Frascuelo, grandes rivales en el ruedo y, más que amigos, hermanos,
en la calle, cuando se tomaban dos copas de más y estaban “a gusto” le decía el
uno al otro: “Los mejores toreros tú y yo, y los peores toreros tu
hermano y el mío”.
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