El LITRI en su finca de Huelva con el Dr. Salas |
Andaba la afición algo alicaída
con la con la muerte de Manolete, cosa que sucede siempre tras la desaparición
de un torero de época, y el triunfo de aquel muchacho, delgado, endeble, que
citaba tan de lejos a los toros y se quedaba impávido, fuese como fuese al
arrancada, y que no se inmutaba por revolcón de más o de menos, encendió
ilusiones y las taquillas vieron como se formaban colas cada vez que anunciaban
al onubense. A los pocos días de las fiestas falleras volvieron a repetir a
Miguelito, que de nuevo triunfó, y lo mismo sucedió cuantas veces hiciera el
paseíllo, que lo mismo daba para que tal
cosa ocurriera, bien fuera martes o jueves, para que la Plaza se llenara. Casi
toda Valencia era del “Litri”. El casi era de “Julio Aparicio”, el
contrapunto perfecto a una competencia que, en la ciudad del Turia tuvo su
importancia. Hasta 22 veces hizo el “Litri” el paseíllo en aquella plaza, de donde partió
su fama para toda España hasta el punto que fueron 113 las novilladas que toreó
aquel año.
Litri y Aparicio, un tándem histórico
Bueno,
pues a lo que íbamos. Con el Litri actuarían en Cieza, Manuel Perea “El
Boni” , miembro de la dinastía que creara el viejo Bonifacio, aquél enorme peón
de brega, siempre en cuadrillas de lujo, de los más encopetados diestros de los
años treinta y cuarenta (léase: Marcial, Ortega, Victoriano de la Serna, Manolo
Bienvenida, etc, etc), cerraba el cartel un novillero que hacía poco había
debutado con picadores, era alto, espigado, moreno. Se llamaba Antonio Ordóñez
y era hijo del Niño de la Palma, aquél
que era de Ronda y se llamaba Cayetano. Los novillos pertenecían a la ganadería
sevillana de Hidalgo Rincón.
Pues nada, que el día del acontecimiento,
allá que fui acompañando a mi buen padre
y a D. Andrés Sobejano, gran aficionado, ilustre escritor y profesor de la
Universidad de Murcia, que solía ser nuestro compañero de giras taurinas en
aquellos autobuses que José Flores fletaba, con salida del Bar La Tapa.
Nada más
llegar a Cieza unas tremendas colas en las taquillas de la plaza nos hizo
pensar que sería muy difícil lograr entradas, que el lleno iba a ser absoluto,
pero al acercarnos comprobamos que aquellas gentes lo que pretendían era que le
devolvieran el importe de sus localidades pues un pequeño cartelito rezaba que:
-por indisposición del diestro Miguel Baez “Litri” , sería sustituido por
Rafael Ortega-. Desilusión general. Malas lenguas decían -¡vaya usted a
saber!-, que había sido la empresa de Valencia, rectores también del coso de la
Condomina, los que le habían hecho saber al Litri su disgusto de que
hubiese firmado la presentación en esta
provincia en Cieza, cuando, dentro de unos días había de torear la feria de
Murcia, de la que era base, junto a Julio Aparicio y máxime cuando ellos habían
contribuido tanto a su lanzamiento y a
su enriquecimiento.
El Dr. Salas con Rafael Ortega en la finca de Osborne Domécq, Constantina (Sevilla) marzo 1989. 40 años después
Y el caso es
que los aficionados de verdad salían ganando pues el torero de la Isla de San
Fernando había tenido un triunfo apoteósico en su debut en Madrid, el domingo
anterior, donde sorprendió grandemente a la afición, que, hasta ese momento,
apenas sabían nada de él. Yo sería porque no llevaba ya años en el oficio.
Rafael Ortega, inmenso torero, empezó su andadura en los ruedos ya cumplidos
los 21 años, allá por el año 1.942. Siete años de luchas, de plazas de
talanqueras, de ruedos pueblerinos, fueron curtiendo su oficio. Cuando ya al
borde del desanimo, de tanta lucha sin recoger el fruto, Dios sabe cómo vino el
contrato de Madrid, y con ello la ocasión de demostrar su valía. Tan es así,
que en el mes de octubre de ese mismo año en la misma plaza de Las Ventas, tomó
la alternativa para convertirse ya para siempre, en un ejemplo, en una
referencia de lo que debe ser un torero clásico –jamás le vi una concesión a la
galería, siempre serio, siempre profundo y un estoqueador a la altura de los
más grandes de la Tauromaquia de todos los tiempos.
Pero en fin
vamos a meternos en la plaza que el festejo empieza a las 6’30. Entrada
desoladora. La puerta de cuadrillas no se abre. Se observan discusiones,
cabildeos, idas y venidas... Por los tendidos corre la voz de que el empresario
ha desaparecido, pues ni siquiera hay dinero para hacer a la devolución de
entradas. Los toreros se niegan a actuar si no se les abona antes sus
honorarios. Llega el Sr. Gobernador Civil. D. Cristóbal Graciá, que ordena la
búsqueda del Sr. Orrico y su detención. Habla con los diestros y, por fin, los
convence bajo la promesa de que cobrarían, que él se hacía responsable de ello.
El LITRI |
A las 7’45 se
abre la puerta de cuadrillas y empieza el festejo. ¿Qué recuerdo de él?. Pues
el Boni anduvo por allí sin pena gloria, que aquel bien plantado mozo de Ronda,
Antoñito Ordóñez, tenía buenas maneras, buen aire de torero y que Rafael
Ortega, con el día muriendo, sin apenas verle, porque allí no había luz
eléctrica, hizo un faenon en el quinto toro que lo calificaba ya como lo que
siempre iba a ser. Torero de toreros, torero para el aficionado amante de lo
puro.
Epílogo:
Cuarenta años
después, en 1989 estaba quien esto escribe en la ganadería de D. Francisco
Javier Osborne Domécq, en la sierra sevillana, cuando tuve la gratísima
sorpresa de encontrarme y conocer a Rafael Ortega, una de mis devociones
taurinas. Estuvimos recordando aquella novillada y sus azarosas circunstancias.
Y terminó diciéndome: “Aún no la he cobrado”.
Andrés Salas
Moreno.
Marzo 2005.
No hay comentarios:
Publicar un comentario