GOYA, de Vicente López |
Llapisera, Charlot y el botones Colomer |
Pronto derivó D. Eduardo a labores más
importantes. Enseguida se hizo empresario y, en 1925 logró sacar de su retiro
de cuatro años a Juan Belmonte firmándole una exclusiva de cuarenta corridas
por un total de un millón de pesetas (veinticinco mil por tarde), cifra
astronómica para aquellos tiempos.
Juan Belmonte |
A bombo y platillo se anunció que la plaza
estaría adornada con tapices traídos exprofesamente de la Real Fábrica,, que
habría, antes del paseíllo, desfile de calesas con majas y chisperos, así que
el público entusiasmado abarrotó gradas y tendidos, seguros de que iban a
presenciar un gran acontecimiento.
Pero, ¡ay!, que del dicho al hecho va
mucho trecho. Tanto es así que la crónica de “El Liberal”, que firmaba D.
Diquela, se titulaba “Los frescos de Goya”, y no se refería precisamente a las
maravillosas pinturas que adornan los techos de algunas iglesias decoradas por
el inmortal pintor, sino a la frescura de que hicieron gala los organizadores
del
evento pues, por lo visto, tanto el adorno de la Plaza como el desfile de
majas y chisperos fue una auténtica mamarrachada, como mamarrachada fue,
también, la corrida que enviaron los señores Lamamié de Clairac, mansa,
esmirriada y con unos cuernos que parecían platanitos. Por si fuera poco
Marcial Lalanda estuvo abúlico. Nicanor Villalta tampoco tuvo su día y dos
artistas tan grandes como “El Niño de la Palma”, patriarca de la dinastía
Ordóñez, y Félix Rodrígueza, el santanderino-valenciano no se sintieron
inspirados. El crítico termina diciendo que demasiado bueno fue el público que
permitió que los toreros abandonaran el ruedo tranquilamente, cuando lo lógico
hubiese sido que, para defenderse de las iras a que se hicieron acreedores, les
hubiese tenido que custodiar la guardia civil. En fin, como tantas veces
ocurre: A mayor expectación, mayor decepción.
Niño de la Palma |
Menos mal que no todo fue malo, pues el
domingo anterior, el clásico 8 de septiembre de toda la vida, se lidiaron toros
de Concha y Sierra para Fortuna, que sustituía a Antonio Márquez, Antonio
Posada (tío del actual ex matador y crítico taurino) y Manolito Bienvenida,
alternativado unos meses antes en Zaragoza, y que se presentaba en nuestra
ciudad como matador de toros.
Alternativa de Manolito Bienvenida, 30 junio 1929 |
Al decir de los cronistas, el ganado
estuvo magníficamente presentado e hizo una gran pelea en varas. Fortuna y
Posada agradaron a la afición y el primogénito del Papa Negro, con 17 años
recién cumplidos, armó un alboroto, cortando orejas y rabos y evidenciando que
estaba destinado a ser máxima figura del toreo. ¡Lástima que una traidora
enfermedad (un linfoma de Hodking) nos lo arrebatara en 1938, en San Sebastián
(donde a la sazón vivían), cuando apenas contaba 26 años. ¿A dónde hubiera
llegado?. Cuando, de niño, yo le preguntaba a mi buen padre cómo era este torero, me respondía: “Imagínate la sabiduría
y el poderío de Pepe Bienvenida y la finura de Antonio. Todo eso, junto, era
Manolo Bienvenida”.
Rafaelito Bienvenida |
Y esta es la
historia.
Andrés Salas Moreno
Julio de 2009
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