Manuel García "Espartero" |
Es más que probable, que si Manuel García “El Espartero” viviese en
nuestros días, sería eso que ahora llamamos un torero mediático, es decir,
torero en que su fama corre pareja con el renombre que proporcionan romances
amorosos y demás aventuras seudo eróticas, todo ello muy aireado por programas
televisivos de dudoso gusto y una prensa “rosa” que airea intimidades que, por
decoro, nunca debieran salir a la luz.
Quizás “El Espartero” les llevaría ventaja a los actuales protagonistas
de estos espacios, pues aparte del atractivo que el diestro de la Plaza de la
Alfalfa levantaba entre las féminas de la época, el sevillano estaba rodeado de
una aureola de majeza y arrojo que le hacía irresistible.
Nacido en 1.865, a muy corta edad se inició en las correrías taurinas
donde pronto asombró a todos con un valor desmedido. Hecho en el duro yunque de
las capeas y excursiones nocturnas a los cerrados de Tablada, su nombre corría
de boca en boca con frases de admiración. Y más, después de su estruendoso
debut en Cazalla de la Sierra, que hiciera que por toda la ciudad del Betis
corriera un run run de que algo grande estaba surgiendo en el mundo de los
toros.
Todo ello se vio confirmado con su
primera actuación en la Maestranza. Sevilla se volvió loca con aquel muchacho
pálido, triste (la tristeza de los predestinados), que se jugaba la vida,
impávido, pasándose los cuernos más cerca que todos sus predecesores.
Fernando "El Gallo", El Espartero y Currito, en el estudio fotográfico de Beauchy en Sevilla
Tan solo con doce novilladas, en una
carrera meteórica, se vio abocado a la alternativa que Antonio Carmona “El
Gordito”, el creador de los pares al quiebro, le diera en el coso del
Baratillo, el día 13 de septiembre de 1.884. Se sucedían los éxitos y se
sucedían las cogidas, que dicho sea de paso no hacían mella en su ánimo, pero
que quizás evidenciara unas carencias en su toreo (alternativa demasiado
precipitada) aunque al mismo tiempo aumentara la emoción de éste y -¡cómo no!-
esa aura de leyenda que siempre le acompañó.
Así que, es fácil figurarse la expectación con que Murcia esperaba su
actuación en aquel mes de Junio de 1.886 en que hacía su debut en la Plaza de
Toros que se alzaba en el solar de Las Agustinas, en el mismo lugar donde hoy
tiene su sede la ONCE. Era el último año de dicho coso, pues Murcia reclamaba
ya una Plaza de más aforo, pues sus 7.500 localidades eran totalmente
insuficientes.
El día 23 tuvo lugar la primera actuación. Con seis toros de Saltillo se
las iban a entender Rafael Molina “Lagartijo” y Manuel García “El Espartero”.
Rafael era matador de toros desde el mismo año en que nació su rival de esa
tarde, era el Califa del toreo, la cumbre incuestionable del siglo XIX.
Calurosillo amaneció el día, pues El Diario de Murcia dice que la
temperatura ronda los 40º a la sombra. También tenemos noticias que desde Lorca
se desplazaron muchos aficionados, aunque esto no evitó que la entrada fuese
floja, como así lo afirma el cronista “Zagalón”. Textualmente dice: “La entrada
muy floja, pero muy fuerte en bellas mujeres”. ¡Vaya lo uno por lo otro!.
Quizás esas bellas mujeres iban atraídas por la fama de galán del torero
sevillano y es que “en todas las épocas cocieron habas”.
Los toros de Saltillo permitieron que Lagartijo, tan querido de la
afición murciana (lo prueba el hecho que casi ningún año dejó de torear aquí
mientras estuvo en activo), lució sus elegantes maneras, que mató
aceptablemente los tres toros, dando lugar a que el ruedo se llenase de
cigarros puros y de los tendidos salieran voces dando vivas a Córdoba y a la
madre del diestro. La inmensa cuadrilla que llevaba el Califa no se quedó atrás
y así su hermano Juan Molina, el número uno con el capote de brega, el famoso
Guerrita, que tomaría la alternativa al final de la temporada siguiente para
convertirse, también, en Califa del toreo y Manene, hicieron las delicias de
los aficionados con su eficaz brega y sus portentosos pares de banderillas.
Manuel García “El Espartero” puso de manifiesto lo justo de la fama de
la que venía precedido; puso un espeluzno en los espectadores con su increíble
valor y si no alcanzó un triunfo sonado fue porque la espada se le atrancó. De
todas formas ahí quedó su tarjeta de visita.
Programa oficial de la corrida en la que el toro Perdigón de Miura acabó con la vida de "El Espartero"
Hasta 1.890 no vuelve a Murcia el gran torero sevillano, pero ya,
naturalmente, al flamante coso de la Condomina inaugurado tres años antes. La
prensa del 31 de Agosto anuncia los carteles de los días 6, 7 y 8 de
Septiembre. Guerrita ya es matador de toros. Aplicadísimo alumno del gran
Lagartijo, en cuya cuadrilla ha militado durante diez años, ostenta el cetro de
la torería desde que su Maestro le dio la alternativa en la Plaza de Toros de
Madrid a finales de Septiembre de 1.887. Comparte cartel con el temerario
diestro de la Puerta de la Carne, con El Espartero, cuyo valor y leyenda sigue
creciendo. Ambos van a ser los encargados de matar los toros de Eduardo Ibarra,
Juan Vázquez y Anastasio Martín que han de lidiarse en dichos festejos.
Ilustración de la revista La Lidia |
Naturalmente, los días de toros eran los de mayor animación, pues la
prensa del día 7 dice que los trenes de Cartagena trajeron a ésta capital tres
mil viajeros en tres trenes, cada uno de 26 vagones y que en los procedentes de
Águilas y Lorca llegaron 998 pasajeros. Los trenes de Alicante también llegaron
abarrotados y, por lo tanto, la ciudad estaba animadísima registrando la Plaza
muy buena entrada en la primera corrida, saliendo el público muy satisfecho
gracias a la bravura de los toros de Ibarra, pues a excepción del primero que resultó
algo blando, los demás dejaron bien puesto el pabellón de la casa. Sobresalió,
sobre todo, el cuarto toro, que con gran certeza y poder mató cinco caballos y
destruyó completamente un trozo de barrera. Al decir de las crónicas, los
espadas estuvieron muy bien y acertados en los tercios de quites. Espartero
cortó una oreja del quinto y 15 fue el número de “jacos” que abandonaron este
mundo.
Más caballos fallecieron en la corrida del día 7. Los toros de Juan
Vázquez “despacharon” a 17 equinos y los batacazos de los picadores se
sucedieron sin cesar. El cronista es inmisericorde con ellos pues,
textualmente, dice que “se pasaron la tarde haciendo que hacían y sin poner una
vara de castigo. Unicamente Pegote, de la cuadrilla del Guerra picó al cuarto
toro, como sabe cuando quiere”.
Con los matadores tampoco es muy benévolo el periodista, pues dice “en
cuanto a los espadas, estuvieron mal en general... y en particular”.
Menos mal que la corrida del día 8 al público se le quitó el mal sabor
de boca. Los toros de Anastasio Martín fueron más jóvenes y de menos libras.
Con todo y con eso 14 cabalgaduras fueron arrastradas por las mulillas.
Espartero y Guerrita estuvieron superiores en sus primeros toros y muy
bien en los restantes. Total que “tutti contenti” que diría un italiano.
1.892 es el último año que El Espartero se asoma a Murcia. Si en las
ocasiones anteriores le tocó compartir cartel con dos cumbres de la torería
como Lagartijo y Guerrita, esta vez la mayor atracción de la feria era él
mismo. Sus compañeros de terna eran matadores recién alternativados que,
posteriormente, a nada llegaron. Uno era Juan Jiménez “El Ecijano”, torero ya
talludito, nacido en 1.858 y que toma la alternativa a los 32 años, en 1.890,
de manos de Guerrita. Su nombre no brilló nada en el firmamento taurino.
El otro compañero era Francisco Bonar “Bonarillo”, joven sevillano,
nacido en 1.871 y que se doctoró en 1.891 de manos de Luis Mazzantini.
Brindis de El Espartero |
Hizo concebir esperanzas por su
fino estilo, pero fallaba demasiado a espadas, grave inconveniente siempre,
pero mucho más en aquélla época.
Así pues que toda la responsabilidad de
la feria recaía sobre el diestro de la Plaza de la Alfalfa, que junto con los
antes citados haría el paseíllo en las tradicionales fechas del 6, 7 y 8 de
Septiembre. Los toros a lidiar eran, por este orden, de las ganaderías de
Eduardo Ibarra, José de la Cámara y Concha y Sierra.
Mal resultó para todos la primera corrida. Sin embargo, los días
siguientes Espartero brilló a buena altura y Bonarillo dejó sobre el albero un
ramillete de artísticos detalles.
Y
esta es la historia de las ocho corridas que Manuel García y Cuesta “El
Espartero” toreó en Murcia, el diestro que en Mayo de 1.894, por obra y gracia
del toro “Perdigón”, de Miura, en la Plaza de Madrid, entró de lleno en la
leyenda de los toreros muertos en la arena.
Andrés Salas
Moreno.
Marzo
2005
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